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Nada le falta: pagamos un médico acaso superior a nuestros recursos; mamá o Leo van en persona a la botica; no se escatima receta, por cara que cueste; con la mayor puntualidad se le da cuanto ha de tomar... y lo que vale más, respira una atmósfera de ternura y cariño que echarán de menos muchos más afortunados. Ahora tengo esperanzas de poder sacarle a paseo algunas tardes en un simón.

Inspectores de la Compañía Transatlántica que iban a Méjico y Centro América, guatemaltecos, costariqueños, peruanos, todo ese mundo del Norte, tan diferente del nuestro, que no nos hace el honor de conocernos y a quienes pagamos con religiosa reciprocidad. A la mañana siguiente de la salida de la Guayra, llegamos a Puerto Cabello, cuya rada me hizo suspirar de envidia.

Aquí pagamos tarde ó temprano todas las que hemos hecho; aquí recibimos, si no hoy, mañana, nuestro premio, si lo merecemos, y quien dice mañana, dice el siglo que viene ... Dios, ¡oh! la idea de Dios tiene mucho busilis... y para comprenderla hay que devanarse los sesos, como me los he devanado yo, dale que dale sobre los libros, y meditando luego. Fijese bien. Personal es lo que es uno.

Los primeros gritos fueron: ¡No pagamos! ¡Abajo la peseta! ¡Abajo el alcalde!

Salúdale, y saludóme; pregúntele dónde iba, y después que nos pagamos las respuestas comenzamos a tratar de si bajaba el turco y de las fuerzas del rey. Comenzó a decir de qué manera se podía ganar la Tierra Santa, y cómo se ganaría Argel; en los cuales discursos eché de ver que era loco repúblico y de gobierno.

Y decía que luego se la quería ir a enseñar al Rey, por ser en favor de los católicos. En esto amaneció, vestímonos todos, pagamos la posada, hicímoslos amigos a él y al maestro, el cual se apartó diciendo que el libro que alegaba mi compañero era bueno, pero que hacía más locos que diestros, porque los más no le entendían.

En el hoyo no es como en el mundo filosofaba Gil Paz , donde nos pagamos de exterioridades y apariencias, y muchos hacen papel por la tela del vestido. ¡Vaya una pechuga la del difunto!

Ricos nunca lo seremos. ¡Aun si ese dinero fuese para nosotros!... ¿Es que lo regalais?... Se lo llevan los mandones. Con él pagamos la contribución. Aresti caminó un buen rato en silencio, admirando una vez más la sencillez, la humildad de aquella gente, dura para el trabajo, habituada á las privaciones, sin la más leve vegetación de ideas de protesta en su cerebro estéril.

Desde el salón se pasaba a la habitación de la duquesa y desde allí al comedor que unía la habitación del duque con la de la duquesa. La señora de La Tour de Embleuse encontró en la antesala a su única sirvienta, la vieja Semíramis, que lloraba silenciosamente con un papel en la mano. ¿Qué tienes? preguntó. Señora, esto es todo lo que ha traído el panadero. Si no le pagamos, no nos dará más pan.

Muy de tarde en tarde nos vemos, porque son muy distintos los mundos por donde andamos, y él es ya hombre que no necesita para nada los consejos de nadie, y aun puede dárselos sobre todas las cosas a medio Madrid; pero nos honra con una buena amistad, que nosotros le pagamos como se debe.