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Esta cronista, hablando sin amargura y con honrada sencillez, hacia, sin pensarlo, la acusacion de todo un pueblo contra sus gobernantes.

Los hombres se mostraban peores al volver á sus casas durante una paz momentánea. Habían olvidado el valor de la vida humana. Además, todos eran alcohólicos. Durante sus campañas, los gobernantes les facilitaban en abundancia el vino y los licores fuertes, sabiendo que un hombre en la inconsciencia de la embriaguez teme menos á la muerte.

Los puestos y cargos así ganados rechazan naturalmente la arbitraria cesantía y crean empleados y gobernantes aptos y conocedores de sus deberes. Los puestos que desempeñen los Indios, en vez de poner en peligro la dominación española, sólo servirían para afianzarla; pues ¿qué interés tendrían en cambiar lo seguro y estable contra lo incierto y problemático?

Los dos gobernantes de este mundo interoceánico vigilaban sus respectivas funciones: uno la dirección; otro el movimiento. Y el telégrafo interno de señales unía las dos inteligencias con rápidas comunicaciones. Junto al primer ingeniero se colocaba el segundo, encargado de recibir los avisos del puente y transmitirlos abajo a las máquinas.

El gran orador fué breve y luminoso en su arenga, repleta de consejos para los gobernantes. Ya que un nuevo invento masculino hacía inútiles por el momento los salvadores rayos negros, las mujeres sabrían valerse igualmente del antiguo material de guerra de los hombres olvidado en las universidades.

La democracia nada puede ganar en Alemania, ni en ningún país del mundo, con la centralizacion unitaria, puesto que los pueblos son siempre mas libres á medida que fiscalizan y tocan mas de cerca los intereses de su administracion y los actos de sus gobernantes. Por otra parte, la Alemania perdería inmensamente con la centralizacion política, bajo el punto de vista moral, intelectual y económico.

Yo, por el deseo de defender á usted, ando ahora mezclado en las cosas de la política y me honro con la amistad del elocuente Gurdilo. El gobierno sabe que el tribuno se interesa por el Hombre-Montaña, y como teme á su palabra vengadora, se cuidará bien de autorizar tal crimen. No obstante su confianza en el miedo de los gobernantes, dudaba de que Momaren abandonase sus malos propósitos.

Cuando éste miraba por encima de ellas, abarcando con la vista el infinito, se reía de su soberbia de liliputienses. Entonces preguntó tímidamente el viejo manchador, señalando a la catedral , ¿qué es lo que nos enseñan ahí dentro? Nada contestó Gabriel. ¿Y qué somos nosotros los hombres? dijo el perrero. Nada. ¿Y los gobernantes, las leyes y las costumbres de la sociedad? preguntó el campanero.

Es que el gobierno no es la obra de los gobernantes, sino de las instituciones y los pueblos. Mas adelante tendré ocasion de hacer ciertas observaciones importantes de este género, pues Madrid, Málaga, Cádiz y Santander me suministraron la ocasion, como Valencia.

Locura es tratar de influir en la manera de pensar de los gobernantes; tienen su plan trazado, tienen la venda puesta, y, sobre perder el tiempo inutilmente, engañais al pueblo con vanas esperanzas y contribuís á doblar su cuello ante el tirano. Lo que debeis hacer es aprovecharos de sus preocupaciones para aplicarlas á vuestra utilidad. ¿No quieren asimilaros al pueblo español?