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Dios perdone sus pecados, y quiera darme tiempo a mesmo para purgar los míos en esta santa casa de religiosos. ¿Y cuál ha sido su muerte? volvió a preguntar la doncella, con expresión tímida y ansiosa, sentándose en el extremo del escaño. Su muerte respondió el novicio dice harto bien lo que fue su contrición.

Se quitó luego el sombrero, y por la primera vez pudo Francisco verla con la cabeza descubierta, mostrando su espesa cabellera gris ligeramente rizada. ¡Hable usted! dijo ella sentándose, pues la angustia la hacía temblar como una hoja en el árbol y apenas podían sus piernas sostenerla.

La muchedumbre, súbitamente tranquilizada, fue sentándose, pasando su atención del torero herido a la fiera, que aún se mantenía en pie, resistiendo a las angustias de la muerte. El Nacional ayudó a colocar a su maestro en una cama de la enfermería. Cayó en ella como un talego, inánime, con los brazos pendientes fuera del lecho.

Cuente usted, aclare usted eso. ¡Ay! Es demasiado horrible. Nosotras no estamos acostumbradas á esas cosas, y tales hechos nos confunden; yo, sobre todo, no puedo soportar.... Pues no lo duden ustedes. El joven se coló en la casa el domingo por la tarde, y estuvo aquí como una hora. Averígüenlo ustedes y verán cómo es cierto. Si parece increíble dijo Paz, sentándose otra vez.

Los dos hermanos quedaron en la habitación que servía de despacho, viendo a la pareja que paseaba por el jardín y acabó sentándose en dos sillones de junco a la sombra de un árbol. Catalina contestaba a las preguntas de su acompañante con una timidez de doncella cristiana santamente educada, adivinando el propósito oculto bajo sus palabras de vulgar galantería.

Parecióles aquel punto muy á propósito para establecerse, y, sentándose bajo un árbol á descansar de su largo reconocimiento, proyectaban ya bajar á Quacos al siguiente día á tratar de la adquisición de aquel terreno, cuando apareció por allí un hombre, que se les acercó afablemente y trabó conversación con ellos como si los conociera de toda la vida.

Fría no, respetuosa. ¡Otra vez! exclamó el conde riendo. Demasiado sabes añadió sentándose y acariciándole una mano que de hecho no hay en esta casa más señora que hace tiempo. Los criados, los niños, la condesa... yo mismo, pasamos la vida mirando tu semblante, estamos pendientes de la expresión de tus hermosos ojos como el marino de las mudanzas del cielo. Te has apoderado de todo mi ser.

Durante la discusión de Paco y D. Lino, fueron entrando en la tienda y sentándose en los bancos forrados de gutapercha algunas figuras silenciosas, que resultaron ser las del juez, don Ignacio Valcárcel, el promotor, el médico y otros dos caballeros.

Hija mía, dijo Clementina sentándose cerca de la ventana; ayer hizo una semana que estamos aquí ... Sabes que el día siguiente mismo de nuestra llegada escribí á tu marido para rogarle que viniese á reunirse con nosotras ... ¿Cómo es que no ha venido, ni ha dado siquiera noticias suyas? Pero, tía mía, dijo claramente Herminia, si nosotras no hubiéramos partido, no hubiera sucedido todo esto....

¡Oh! cada día está más rígida refunfuñó Mabel. No debo ir aquí, ni tampoco allá; se asusta de que hable con este hombre o con aquel otro, y así todo por el mismo estilo. Verdaderamente, me voy cansando de esto, le aseguro declaró, sentándose en la silla que yo acababa de desocupar, desprendiendo el cuello de su pesada capa de pieles y acercando su precioso pie al fuego de la chimenea.