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Juanito fue a preguntar algo, con la timidez del que espera una terrible noticia, pero su principal siguió hablando. ¿Y yo, Juanito mío? ¿Cómo me quedo yo...? Arruinado para siempre, perdido, y lo que es peor, deshonrado.

No malogremos el don de la vida que Dios quiso otorgarnos. De las condiciones del hombre en el matrimonio no me atrevo a hablar. Siento invencible timidez para tocar este punto, asaz complejo y difícil.

Salió preocupado, inquieto: en algunos días no pudo quitar de el malestar de aquella entrevista. Pero el amor prendía fuego rápidamente en todos los aposentos de su alma y consumió al fin aquel último resto de preocupación. Estaba profundamente enamorado. Y como siempre acaece, a la par que crecía su amor aumentaba también su timidez.

Con alegre sorpresa abrazó a su marido a quien no esperaba aquel día y con manera graciosa y la timidez propia de una persona a la cual se toma desprevenida, me hizo los honores de su pequeño jardín en el cual los jacintos comenzaban apenas a florecer.

Mira, mujer, para que los jóvenes adquieran energía contra el vicio, es preciso que lo conozcan, que lo caten, , hija, que lo caten. No hay peor situación para un hombre que pasarse la mitad de la vida rabiando por probarlo y no pudiendo conseguirlo, ya por timidez, ya por esclavitud.

Numerosos movilizados de aspecto popular que marchaban sueltos hacia las estaciones encontraron á un señor que los detenía con timidez, se llevaba una mano á un bolsillo y dejaba en su diestra el billete de veinte francos, huyendo inmediatamente ante sus ojos asombrados.

Así será, pero no hay en él dos pesetas para los clérigos de mi clase, para los que trabajamos de veras. Hay dinero para la Iglesia, pero se lo llevan otros... otros. En la vaguedad de su mirada, en la timidez de su voz, había cierta protesta contra los que vivían en las alturas. Fernando quiso saber cómo se le había ocurrido la idea del viaje. Tengo allá compañeros de seminario.

Unos parecían seguir mudamente las conversaciones interrumpidas de sus amos; otros se mantenían apartados con timidez o con orgullo.

Ruborizose la joven mirándole con cierta timidez. Supongo que no temeréis nada, tengo a vuestro hijo entre los dos. Aunque no lo quisiera, no podría ser sino vuestro amigo, lo demás sería deshonrarme ridículamente a vuestros ojos y a los míos. Sería un verdadero tartufo... ya veis que es imposible... ¡Gracias a Dios!

Balbulceaba con una timidez, que impresionó a Leonora, pero a pesar de su turbación, notó un brillo extraño en los ojos de la artista, una veladura misteriosa en la voz, que la transfiguraba. Vamos dijo Leonora bondadosamente; no busque usted esas excusas tan raras... ¿Que venía usted a despedirse sin querer verme? ¿Qué galimatías es ese?