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Cubrían sus peinados con enormes sombreros de altivas plumas; en una mano llevaban una vela rizada y sin encender, envuelta en un pañuelo de encajes, y con la otra se recogían y ceñían al cuerpo la falda, marcando al andar sus secretas amenidades. Esta devoción primaveral no tenía un rostro compungido.

Sentado frente á ella en un escabel se hallaba un hidalgo de robusta apariencia, cuyos anchos hombros cubría holgada capa negra y que tenía puesta una gorra de terciopelo negro también, con rizada pluma blanca.

Pasaban los mártires con el rostro contraído por un gesto de fiero dolor, los místicos con los brazos extendidos y los ojos velados por el éxtasis de la felicidad; y tan pronto aparecía un santo con dorada mitra o rizada sobrepelliz, como lucía otro sobre su cabeza el acerado casco de guerrero.

Acercó su cara morena y larga, de levantino, de ojos grandes, azules, húmedos, apasionados y rientes, de bigote brillante y barba puntiaguda y algo rizada, fina, sedosa, al rostro de Emma, encendido, casi asustado; fijó la mirada desfachatada y alegre en los ojos de la dama, y hasta se permitió, para ver mejor, mover un poco un candelabro del piano, de modo que la luz llenase las facciones que examinaba como absorto.

Aunque se atusó gravemente la preciosa barba y metió dos o tres veces los dedos por la rizada selva de sus cabellos, masticando algunas generalidades, comprendí que sabía tanto como yo sobre el particular. Fui con él a su cuarto y examinamos los libros donde se declaraban. Allí vi que mi adorada pronto estaría en edad de casarse con quien quisiera.

Esperó algunos instantes para ver si el abismo devolvería algo, pero la ola volvió á cerrarse tan misteriosa como antes, sin aumentar en un pliegue más su rizada superficie, como si en la inmensidad del mar solo hubiese caido un pequeño pedruzco.

El arquero saludó y se dirigió apresuradamente á proa. Sir Oliver no tardó en reunirse á su amigo y ambos caballeros empezaron á pasear sobre cubierta, observando y comentando la vista de la ciudad. Vestía el barón un traje de terciopelo negro, con gorra redonda de igual material y color, y sujeto á ésta el guante de la baronesa, cubierto en parte por rizada pluma blanca. Con la modestia aparente del rico pero obscuro traje contrastaban los brillantes arreos de Sir Oliver, vestido á la última moda, con justillo, calzón y capa corta de terciopelo verde, acuchilladas de rojo las mangas y con birrete rojo también y de gran tamaño. Las puntas de su calzado, encorvadas

Eran algo mayores que pichones, casi del tamaño de gallinas, con la cabeza de un amarillo dorado en la parte inferior y verde oro en la superior; el dorso era castaño con reflejos también dorados, la cola rizada, de tonos multicolores, lo mismo que las alas, de debajo de las cuales les salían como una especie de borlas de fino plumón amarillo pálido con reflejos plateados.

Antes faltaba en la iglesia el campanero que ellos a oír una de las primeras misas, cuándo no la del alba; confesaban y comulgaban todas las semanas; de cuando en cuando hacían ofrendas en metálico para mayor boato del culto; vestían a los santos, y hasta solían llevarse a su casa ropa de altar y sacristía, devolviéndola limpia, planchada y rizada primorosamente.

Salió de Santander al rayar el alba: el cielo diáfano, como pocas veces suele verse en aquella costa; la mar azul y rizada. Corría un viento fresco y ligero, que ensanchaba el pecho y abofeteaba las mejillas. Subió al puente con el capitán, que se reía de verle tambalearse y cogerse fuertemente a la barandilla, y desde allí contempló el espectáculo sublime de levantarse el sol en el mar.