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Llamado ante el arzobispo el campanero de la Catedral, dijo: Ilustrísimo señor: los mandamientos rezan «honrar padre y madre». La que me envió al mundo murió en el hospital esta mañana, y yo, que no tengo más prebenda que la torre, honro a mi madre haciendo gemir a mis camparas.

De la provincia y de Madrid llegaban forasteros para la corrida de toros del día siguiente. Mariano el campanero invitó a los amigos a oír la serenata en la galería grecorromana de la fachada principal. A la hora en que se apagaban las luces en las Claverías y don Antolín cerraba la puerta de la calle, Gabriel y sus amigos deslizábanse cautelosamente hasta la habitación del campanero.

No tardaban los amigos en buscarle; y ahora el campanero, después el manchador, luego el pertiguero, el perrero o el zapaterín, iban agregándose al grupo de que era núcleo el Vara de plata. A don Antolín le gustaba verse rodeado por tanta gente, no creyendo que fuese Gabriel quien la atraía, sino su autoridad, que inspiraba miedo y respeto.

Esta noche han aumentado dijo el campanero . El cielo de estío parece un campo de estrellas, en el que aumenta la cosecha con el buen tiempo. Gabriel se reía de la simplicidad de sus compañeros. Todos ellos admiraban a Dios, tan previsor y cuidadoso, que había fabricado la luna para que alumbrase a los hombres por las noches, y las estrellas para que la obscuridad no fuese absoluta.

La campana, echada a vuelo, producía toda su cascada voz de abuela al esfuerzo vigoroso del campanero, estimulado por el aliciente de la propina extraordinaria que debía valerle su celo. Los repiques sucedían a los repiques; el viejo campanario, estaba como aturdido y alterado y los vidrios antiguos, ninguno de los cuales estaba intacto, temblaban en su marco de plomo.

Con la marcha del estudiante acababan en casa de los Luna las veladas, en las que el campanero, el pertiguero, los sacristanes y demás empleados del templo escuchaban la voz clara y bien acentuada de Gabriel, que les leía como un ángel, unas veces las vidas de los santos, otras los periódicos católicos que llegaban de Madrid, y en ciertas noches un Quijote con tapas de pergamino y ortografía anticuada, venerable ejemplar que había pasado en la familia de generación en generación.

¡Calla, Gabriel! dijo el campanero con dureza . Si te dejo, hablarás hasta el amanecer.

Mutatis mutandis, puede decirse que el hijo de Salomé pensaba como el campanero de marras, proponiéndose honrar con crímenes la memoria de su madre. Gozaba Lima de aparente tranquilidad, pues ya se empezaba a sentir en la atmósfera olor a chamusquina revolucionaria, cuando de pronto cundió grave alarma, y a fe que había sobrado motivo para ella.

En la obscuridad deslizábanse las manchas negras de algunos manteos camino de la sacristía, deteniéndose con grandes genuflexiones ante cada imagen; y a lo lejos, invisible en la obscuridad, adivinábase al campanero, como un duende incansable, por el ruido de sus llaves y el chirriar de las puertas que iba abriendo. Despertaba el templo.

Ahora nos juntamos en la torre decía el campanero . El Vara de plata ve con malos ojos nuestras reuniones, y hasta ha llegado a amenazar al zapatero con echarlo de las Claverías si continúan en su casa las tertulias. Conmigo no se meterá: ya conoce mi carácter. Además, si él manda en el claustro, yo mando en mi torre.