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Actualizado: 14 de junio de 2025
Pepeta sacó de un envoltorio las últimas galas del muertecito: un hábito de gasa tejida con hebras de plata, unas sandalias, una guirnalda de flores, todo blanco, de rizada nieve, como la luz del alba, cuya pureza simbolizaba la del pobrecito albat. Lentamente, con mimo maternal, fué amortajando el cadáver.
Descuide usted, que le echaré hoy una buena peluca. Lo mejor será que no trabaje más aquí; cualquier día nos mete en un conflicto... Pero siéntese usted...». Al ofrecerle una silla, Ballester parecía poner especial cuidado en dar a conocer sus botas nuevas, resplandecientes; en que Fortunata admirase su levita y su cabellera rizada a fuego, la cual despedía fuerte olor a heliotropo.
Doña Bernarda sentíase orgullosa al contemplar a su Rafael, alto, las manos finas y fuertes, los ojos grandes, aguileña la nariz, la barba rizada y cierta gracia ondulante y perezosa en su cuerpo que le daba el aspecto de uno de esos jóvenes árabes de blanco alquicel y ricas babuchas que forman la aristocracia indígena en las colonias de Africa.
Era menester que Gonzalo corriese a casa y trajese una butaca. Ahora, siéntate aquí a mis pies. El mancebo se postraba y besaba con entusiasmo los manos que la gentil esposa le tendía. ¡Sansón y Dalila! exclamaba ella riendo y hundiendo sus manos como copos de nieve en la rubia y rizada barba de su marido. Tienes razón respondía él dando un suspiro. Un Sansón sin cabellos.
A través del tupido follaje se deslizan aquí y allá algunos rayos que adornan sus vestidos con manchas de oro, ruedan sobre su cuello y sus mejillas, y rozan su frente, poniendo un claro fulgor en su cabellera obscura y rizada. Juan se sienta frente de ella y la contempla con una admiración que no procura disimular.
Y estos símbolos fúnebres, por la fuerza del contraste, aún resultaban más impresionantes entre el esplendor verde de los jardines inmediatos, bajo un cielo de crudo azul y un sol deslumbrador, teniendo por fondo el gracioso puerto y la rizada planicie del mar violeta. La puerta del mausoleo sin nombre no se había abierto en muchos años, y los vientos amontonaban la tierra en su parte baja.
Ya casi en lo llano, se hallaron en un verde soto, en medio de frondosos y gigantescos árboles, y por cuyo centro se precipitaba caudaloso arroyo, dando saltos y formando copos de rizada y cándida espuma sobre el haz de sus agitados cristales. Muchas aves había por allí que ya trinaban alegres, ya volaban de rama en rama, sin el menor recelo de los hombres.
Los balcones del café de la Estrella estaban ocupados por algunos parroquianos, que pasaban su errante mirada por los ámbitos de la plaza. En el balcón de la casa de enfrente, un niño de ojos azules y blonda y rizada cabellera se entretenía en arrojar con un canutillo pompas de jabón, que unos cuantos pilluelos desde abajo recibían con no poca algazara, deshaciéndolas con la gorra y el pañuelo.
Cuando en época de cosecha contemplaba el tío Barret los cuadros de distinto cultivo en que estaban divididas sus tierras, no podía contener un sentimiento de orgullo, y mirando los altos trigos, las coles con su cogollo de rizada blonda, los melones asomando el verde lomo á flor de tierra ó los pimientos y tomates medio ocultos por el follaje, alababa la bondad de sus campos y los esfuerzos de todos sus antecesores al trabajarlos mejor que los demás de la huerta.
Ello es que las manos lindas y blancas arrancan bellas melodías de las cuerdas de los violines y que una hermosa cabeza de diablescos ojos moriscos y negra cabellera, como una exótica flor rizada, se inclina graciosa sobre el puente del violoncello. Y el prestigio hechicero de la carne de la mujer hace temblar el beso en todos los labios.
Palabra del Dia
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