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Actualizado: 14 de junio de 2025
Un lacayo con larga librea verde aceituna, coronas condales en los botones y sombrero de copa con gran cucarda rizada en la mano, se acercó entonces al grupo: Cuando el señorito quiera, está esperando el coche dijo respetuosamente al niño.
La presencia de esa superficie rizada, obedeciendo al impulso de mi mano, despierta en mí una especie de tranquila alegría mezclada con no sé qué de melancolía. Las pequeñas ondulaciones que yo provoco en la superficie del agua se propagan á lo lejos de ola en ola á grandes distancias.
Yo me complacía en mirar los ojos de la doncella, aquellos ojos soberbios, negros, rasgados, sombreados por la rizada pestaña y la negra y arqueada ceja. Advirtió Angelina que la miraba yo con interés de amante, y se encendió al igual de los pétalos que llenaban el plato. Angelina... ¿qué dijo el pájaro azul? Sonrió dulcemente, y me respondió, bajando la mirada: Que.... ¡Es usted muy curioso!
Allí estaban la falda negra plegada en menudas tablas con primoroso arte, y el abrigo corto de rico paño gris que tiempo atrás lució Cristeta en el paseo del Retiro, el otro abrigo forrado de seda roja que llevó a la cita en la Moncloa, el cuerpo encarnado con botoncitos de plata que se puso la tarde del teatro, y encima de todo un boa gris y un sombrero negro de ala grande y pluma rizada.
«Y la juventud huía, como aquellas nubecillas de plata rizada que pasaban con alas rápidas delante de la luna... ahora estaban plateadas, pero corrían, volaban, se alejaban de aquel baño de luz argentina y caían en las tinieblas que eran la vejez, la vejez triste, sin esperanzas de amor.
Hojas secas caían de cuando en cuando de las ramas al manantial; flotaban dando vueltas con lenta marcha, y, acercándose al cauce estrecho por donde el agua salía, se deslizaban rápidas, rectas, y desaparecían en la corriente, donde la superficie tersa se convertía en rizada plata.
Llevaba un primoroso traje negro con lunares blancos, el cuerpo del vestido cortado con tal arte que, sin formar la más leve arruga, dibujaba un busto de hermosas líneas; iba coquetamente calzada y sobre sus guantes grises, muy altos, brillaban tres o cuatro aros de plata y de oro. El sombrero era de ala ancha y estaba guarnecido con una pluma grande y rizada.
El cuello de la camisa, ancho, flácido y de burdo tejido, iba elevándose con el serpenteo almidonado de la rizada gola; la coraza se convertía en justillo de terciopelo o seda; las barbas duras y anchas, a la moda del Emperador, trocábanse en agudas perillas y empinados bigotes, a los que servían de marco suaves guedejas.
Cubría su cabeza un sombrero calañés de terciopelo, con mota rizada, sujeto a la mandíbula por un barboquejo. El cuello de la camisa, limpio de corbata, estaba sujeto con un par de brillantes, y otros dos más gruesos centelleaban en la ondulada pechera.
La mayoría del pasaje prefería quedarse abajo, refugiada en la suave penumbra de la cubierta de paseo. Maltrana saludó a una señora que leía tendida en un largo sillón, la espalda sobre un cojín, mostrando entre la flor nívea y rizada de su faldamenta el arranque de unas piernas enfundadas en seda blanca y los altos tacones de los zapatos.
Palabra del Dia
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