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Baltasar y la muchacha, obligados quizá por el helado ambiente, se aproximaban el uno al otro, hablando no obstante de cosas indiferentes y poco importantes. No, Bilbao no es más bonito... ni tampoco Santander, digan lo que quieran los santanderinos, que son muy patriotas. ¿Sabe usted lo que ha mejorado Marineda? ¿Y lo que está llamada a mejorar todavía?

La disciplina, los elementos bélicos, están del lado de España; pero los americanos tienen, además de su entusiasmo, además de los hábitos de vida dura, jefes como Bolívar, Piar, Urdaneta, Páez y más tarde Sucre, Santander, etc. ¿Crueldad? Idéntica también, pese a nosotros. Al degüello respondía el degüello, a la piedad, rara, rara vez la piedad.

Si quieres seguirle por la derecha, porque te jale lo mundano, le sigues; y si te contentas con menos, le cruzas; y no apartándote de la vera del río, en un dos por tres darás con los jocicos en la mar... Mira, hombre, aquí donde me ves y con los años que tengo, no llegan a cuatro las veces que he estado en Santander. La primera con tu tía, recién casado con ella.

Desde el grave disgusto que aquél había sufrido y su marcha repentina, apenas había vuelto al teatro por temor de encontrarse con Elena; no asistía a ninguna tertulia, ni había tomado en manos la escopeta para cazar. El verano lo habían pasado en Santander.

Al siguiente año se alumbró la huerta con gas; y como á sus fulgores se veía muy claro, presentáronse las damas, muy compuestas, á las nueve; no empezaron á bailar hasta las diez; las más rendidas lo dejaron á las doce..., y subió la cuota á treinta reales. Estos despilfarros puede decirse que señalan el comienzo de la era moderna de los bailes campestres de Santander.

Una vez libre, pudo luego con su actividad y energia de costumbre tomar las medidas necesarias; y habiendo sido aprehendidos los conjurados, todos pagaron con la vida su temeraria empresa menos el general Santander, complicado tambien en la trama y á quien la última pena fué conmutada por Consejo de gobierno en la de destierro con privacion del empleo.

Toda su importancia le viene de la cabeza del canal de Castilla y la estación de la primera sección del ferrocarril que conduce á Santander. Tomé inmediatamente el tren, que hizo en dos horas el trayecto hasta Reinosa, de 51 kilómetros, tocando en cinco pueblos intermedios sin interes ninguno.

Veinticinco años había cumplido cuando entré en una de las pocas casas de comercio que había en Santander, con ánimo de instruirme en el ramo para poder bandearme después por mi cuenta. ¡Qué vida aquélla, cuan diferente de la de ustedes ... y qué placentera, sin embargo! Y eso que no teníamos bailes de campo en el verano, ni fondas en el Sardinero, ni trenes de recreo, como ahora.

Antes de pasar más adelante, debe saber el lector que desde tiempo inmemorial, existe entre los mareantes de la calle Alta y los de la del Mar, barrios diametralmente opuestos de Santander, una antipatía inextinguible. Cada barrio forma cabildo aparte, y no han querido para los dos un mismo patrono.

Santander me ofreció una nueva prueba del contraste que hay en toda España entre la generosa benevolencia y el espíritu hospitalario de la sociedad por una parte, y el espíritu inquisitorial, reglamentario y embrollon que, por otra, distingue á la administración española, entrabada en su accion y entrabando la de todo el mundo por las mas viciosas instituciones.