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En tal caso se lo tiene muy callado y ni él ni yo aludimos jamás al asunto. Sir Jacobo Borrodale tuvo que procurarse otro agregado. Desde que ocurrieron los sucesos aquí referidos, he vivido tranquilo y muy retiradamente en una casita de campo. Para no tienen ya interés los móviles que de ordinario atraen a hombres de mi posición y de mi edad.

Sir Cristián Fergusson, de Liverpool, y aquí tiene usted una carta del cónsul de Francia en Colombo que me recomienda á la benevolencia del señor Gobernador. ¿El señor es inglés? dijo el secretario cogiendo el papel con amable indiferencia. , no vemos visitantes si no son ingleses ó americanos.

Un jinete resuelto podría quizás llegar hasta el campo del príncipe, ó cruzarse en el camino con las fuerzas de Sir Hugo Calverley, que no deben de estar muy lejos, y procurarnos el ansiado socorro. aquí una cuerda suficientemente larga y fuerte para que uno de vosotros pueda bajar hasta los primeros peñascos de la hondonada. ¿Qué decís?

Otra carta por demás curiosa, enviada por aquel entonces á Bacon por M. Standen , da á conocer las impresiones de despedida. Estando comiendo, dice, con mylady Rich , el Sr. Pérez y Sir Nicolás Clyfford, entró Sir Robert Sidney, determinando la asamblea que el siguiente día fuera el Sr. Pérez con el Conde á la corte, y que después se reuniera la compañía á comer en casa de Walsingham.

Jorge Federly me lo ha dicho. Pero ¿a qué viene tanta ansiedad? Como si yo no me bastara... ¡Oh, no es eso! exclamó desdeñosamente. Lo único que yo quería era darte noticias de sir Jacobo Borrodale. Ya sabes que ha conseguido una embajada, de la que tomará posesión dentro de un mes, y nos ha escrito diciendo que espera llevarte consigo. ¿Adónde va?

Está bien, ya que respeta la fortuna del príncipe dijo el coronel como único comentario. Al llegar á París, Miguel Fedor se convenció de que la princesa estaba loca, cosa que sospechaba hacía tiempo al leer sus largas cartas. Sir Edwin había muerto en Inglaterra, tres años antes, casi repentinamente, á continuación de una derrota electoral.

Los cuatro caballeros continuaron juntos su camino, seguidos de Roger, Gualtero y Juan de Norbury, escudero de Sir Oliver. Tras ellos iban Reno y Verney, portaestandartes de Morel y Butrón.

¿Con qué fin te incomodas, cuando pronto vas a mejorar? preguntó Reginaldo filosóficamente. Pero yo permanecí callado, reflexionando en la opinión de sir Carlos Hoare, de que la daga empleada para el crimen frustrado, había sido una vieja arma florentina, envenenada. Este mismo hecho me hacía sospechar que el cobarde atentado llevado contra mi persona, había sido obra de mis enemigos.

Isabel, inquieta con las ventajas que en Francia iba consiguiendo el Conde de Fuentes, recibió la declaración con doble sentimiento, y comisionó inmediatamente á Sir Henri Unton para que con carácter de Embajador sondeara en París la verdadera disposición del Rey, haciéndole conocer la necesidad en que se veía el Gobierno de Inglaterra de proveer á la propia seguridad, amenazada en aquella isla y en Irlanda.

La diferencia entre tu hermano y prosiguió mi cuñada, que también gusta de sermonear un poco de cuando en cuando, está en que él reconoce los deberes de su posición y no ves más que las ventajas de la tuya. Ahí tienes a Sir Jacobo Borrodale ofreciéndote precisamente la oportunidad que necesitas y que más te conviene. ¡Gracias mil! murmuré.