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Se quitó el vestido, diciendo que no podía tener encima tales harapos, y pidió una y otra vez su baño, su querido baño. Por último, le trajeron a Riquín, y viéndole y acariciándole, descendió lentamente, en alas del cariño materno, de las borrascosas alturas en que su razón estaba tan nublada. Capítulo XVI Las ideas de Mariano. La síntesis

Tal vez era una buena persona; así lo creía Rafael cuando pensaba en aquel lejano período de su vida; pero aún tenía presente el susto que experimentó siendo niño, al encontrar en una calleja al terrible doctor, que le miró con sus ojos de brasa acariciándole las mejillas bondadosamente, con una mano que al arrapiezo le pareció de fuego.

Cuando la vio aparecer quedó estupefacto. ¿Qué ocurría? ¿Cómo a tales horas...? Nada replicó ella turbada . He sentido mucho miedo y no pude resistir. Don Germán tuvo una sonrisa cariñosa para aquel capricho infantil. Ya estaba acostumbrado a ellos. ¡Vendrás muerta de frío, hija mía! dijo acariciándole el rostro, palpando su espalda. No, he venido muy bien abrigada.

Pasó una mano por la espalda de Torrebianca, acariciándole con expresión paternal, mientras el marqués conservaba oculto el rostro. Aborrecía ahora á su esposa, pero al mismo tiempo experimentaba un inexplicable malestar pensando que iba á separarse de ella para siempre. Agitada por su curiosidad femenil, esperó la mestiza con impaciencia la hora de la cita.

Cualquiera pensaría, al verle tan enfadado, que me quería de veras. Andrés sonrió también enternecido. ¡Vaya si te quiero, Rosita! contestó acariciándole la mejilla.

No obstante, protegidos por el niño de la casa, compañero nuestro de colegio y de juego, nos atrevíamos á llegar cerca del leal Cerbero y hasta aproximar nuestra mano á su terrible boca, acariciándole dulcemente la cabeza. El monstruo se dignaba al fin reconocernos y meneaba su rabo con benevolencia en señal de hospitalidad.

Sentía tal voluptuosidad penetrante teniendo a su hijo colgado a sus pechos, mirándola con ojos graves, acariciándole la cara con su manecita mientras saciaba ávidamente el apetito, que no cambiaría aquellos momentos por todos los goces de la tierra. ¿Por ventura se refugiaría la joven esposa en el amor maternal con tanto ímpetu para consolarse de algunas decepciones conyugales?

Cuando el príncipe Miguel Fedor se remontaba hasta los recuerdos de la infancia, veía á su padre teniéndolo sobre las rodillas y acariciándole con sus duras manos. El pequeño se fijaba en su rostro de moro y sus luengos bigotes que venían á unirse con unos patillas cortas.

Por todas estas razones, Maltrana experimentó gran asombro al ver que el personaje, muy tirado de levita y sombrero de copa, con el aspecto grave y entonado de uno de los directores del país, al cruzarse con él, en vez de distraer la mirada, la fijó en su persona, acariciándole con bondadosa sonrisa.

Ella se había apiadado del dolor del gigante, de la mueca desesperada del pobre patriarca, y con la conmiseración maternal que siente toda mujer por un hombre que llora, lo había tomado en sus brazos, apoyándole la cabeza en uno de sus hombros desnudos, acariciándole las barbas encanecidas.