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Actualizado: 29 de junio de 2025
Con esta atolondrada podía temerse todo. Y Nélida agradeció su miedo como una manifestación de amor, acariciándole la cabeza, hundiendo sus manos en sus cabellos, alborotándolos.
No tenía pulso para escribir, se manchaba de tinta los dedos y sudaba mucho, poniéndose sofocada y haciendo con los labios una graciosa trompeta en el momento de trazar el palote. «Nada de hociquitos, hija de mi alma; eso es muy feo le decía el profesor acariciándole la cabeza . No agarrotes los dedos... Si es cosa sencillísima, y lo más fácil...».
Y todavía quiso añadir más cuidados a los de Santiago: mandó traer un calorífero y ella misma se lo puso debajo de los pies; después le envolvió las piernas en una manta y le puso en la cabeza una gorra de terciopelo. Los niños revoloteaban en torno de la butaca, acariciándole y dejándose acariciar de su tío.
De pronto, el frío de la habitación mordía en sus carnes, despertándola de este ensueño tropical. De un último salto iba á refugiarse en los brazos de él. ¡Oh, mi argonauta amado!... ¡Tiburón mío! Se apelotonaba contra el pecho del navegante, acariciándole las barbas, empujándolo para incrustarse en el diván, que resultaba estrecho para los dos.
Este falucho dijo acariciándole con una palmada el vientre seco y arenoso es El Socarrao, el barco más valiente y más conocido de cuantos se hacen al mar desde Alicante a Cartagena. ¡Virgen Santísima! ¡El dinero que lleva ganado este condenao! ¡Los duros que han salido de ahí dentro! Lo menos lleva hechos veinte viajes desde Orán a estas costas, y siempre con la panza bien repleta de fardos.
Sentada en su sillita rodante, con un libro de estampas en la mano, fijaba esos dos ojos en su mamá, que bordaba junto a ella... ¿Quieres que te cuente un cuento, Lita? preguntábale la señora, acariciándole la rubia cabellera. No, mamá. Ya sé todos los cuentos.
Se me figura que aún tendrás algunas heces que sacar, ¿eh?». Mauricia se sonreía, cortada y confusa. Con la cabeza dijo que sí. Pues estos pozos endurecidos hay que echarlos fuera, porque el demonio se agarra de cualquier cosa dijo la santa, acariciándole la barba . Con que ya sabes... mañana tenemos aquí gran fiesta... ¿Te parece?
El tuvo fuerzas para disimular, exclamando con desprecio: ¡Me había de batir yo con ese canalla! ¡Nunca!... Le mataré donde le encuentre... Creyó en sus palabras; pero volvió a decirle con voz conmovida: Hazlo por tus inocentes hijas. Por mis hijas... y por ti respondió acariciándole afectuosamente el rostro con la mano. Y se apresuró a alejarse, porque la emoción le ahogaba.
No obstante, como veía claro que Miguel no aprobaba su conducta y su propia conciencia tampoco, se esforzó en demostrar que Adolfo era un muchacho aturdido, pero de un fondo excelente; que Maximina era muy susceptible, que no sabía aguantar una broma y tratar a su primo como lo que era... un niño. Por último, allá se fue con él acariciándole y prometiéndole varias cosas para que se calmase.
Cuando sentía la mano de la señora acariciándole el rostro, pensaba sentir la de Dios mismo. Apenas se atrevía a rozar con sus labios aquellos dedos flacos y transparentes. Sólo para su madrastra había cambiado tan radicalmente. Con los demás, incluso con su mismo padre, seguía mostrando la misma frialdad despreciativa, el mismo carácter obstinado y altivo.
Palabra del Dia
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