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Actualizado: 9 de junio de 2025


Tiene usted preparada una comida magnífica. El gigante se encogió de hombros, como si no reconociese á su antiguo traductor. Luego pasó sus pies por encima de la máquina rodante, con cierta lentitud para no aplastarla, y continuó marchando hacia la capital, sin hacer caso de los gritos que lanzaba Flimnap al verse abandonado.

Vio otra vez la rueda girando y girando en el infinito; ¿pero realmente estaba inmóvil?... La duda, principio de nuevas verdades, le hizo mirar con mayor atención. ¿No era un engaño de sus ojos? ¿Sería él quien vivía en el error, y aquellos millones de seres que lanzaban gritos de júbilo en su prisión rodante estarían en lo cierto al creer que realizaban un nuevo avance con cada vuelta?...

El ingeniero, absorto por el carácter inverosímil de su aventura, no supo qué decir. ¡Eran tan numerosos los pensamientos que bullían en su cabeza y las preguntas que iba amontonando su curiosidad!... El personaje subido en la lechuza rodante interpretó este silencio como una muestra de timidez. Puede usted hablar sin miedo, Gentleman-Montaña.

Los pesados camiones de la Intendencia, llenos de sacos, eran saludados por el entusiasmo general: «¡Viva el ejércitoLos soldados en traje de mecánica que iban tendidos en la cúspide de la pirámide rodante contestaban á la aclamación moviendo los brazos y profiriendo gritos que nadie llegaba á entender. La fraternidad había creado una tolerancia nunca vista.

Se lanzó fuera del edificio, en dirección á la ciudad, pero al dar los primeros pasos por la pendiente de la colina vió que se cruzaba en su camino una máquina rodante con cabeza de tigre, ocupada por militares. El Hombre-Montaña levantó su garrote con intención de aplastar al vehículo y los que iban en él. Bastaba para esto un simple golpe dado con la parte gruesa del tronco.

Y se fue el médico, con sus anteojos y su reloj. Requerida por Lita, miss Mary salió a comprar las agujas de madera y lana blanca, celeste y rosada. Se hizo esperar mucho, ella también. Pero, mientras volvía, la madre vistió a Lita, la lavó, la peinó, le puso agua de Colonia y la sentó en su silla rodante.

Sentada en su sillita rodante, con un libro de estampas en la mano, fijaba esos dos ojos en su mamá, que bordaba junto a ella... ¿Quieres que te cuente un cuento, Lita? preguntábale la señora, acariciándole la rubia cabellera. No, mamá. Ya todos los cuentos.

Edwin, al oir mencionar al Padre de los Maestros, quiso saber por qué razón su máquina rodante y su litera tenían la forma de una lechuza. En nuestro país, gentleman continuó el profesor , procuramos dar á todos los objetos una forma artística y simbólica, de acuerdo con los gustos ó la profesión de sus dueños. La lechuza es el emblema de nuestra ciencia.

El Consejo Ejecutivo le regaló una máquina rodante que tiene la forma de un águila con una lira en las garras, pero ella ha guardado este tributo de la gratitud nacional, y prefiere seguir yendo á todas partes, como otras señoras viejas de su época, en un carrito ligero tirado por tres hombres que están á su servicio, y á los que acaricia frecuentemente con el látigo.... ¿Qué piensa usted, gentleman?

Tenía un tren especial, compuesto de vagón-alcoba, vagón-salón, vagón-comedor, vagón-piscina, ¡qué yo cuántos vagones lujosos! un verdadero palacio rodante que me esperaba en las estaciones, sin que la máquina cesase de echar vapor, pronta á partir en cualquier momento. Me apeaba de mi tren en todas las ciudades célebres por sus juegos, como el que baja de su automóvil.

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