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El P. Jacinto, acostumbrado al espectáculo de la muerte y familiarizado con ella, cerró piadosamente los ojos y la boca de la difunta, que se habían quedado abiertos; puso sus manos en cruz, y la extendió en el lecho.

Solas y teniendo que vivir en incesante contacto, acababan todas ellas por odiarse, como los pasajeros encerrados en un buque durante largos meses. Además, sus hombres las habían acostumbrado al uso del café, bebida de navegantes, y buscaban engañar su tedio con sendas tazas del espeso líquido. Todas tenían los ojos empañados por un vapor histérico.

El hombre, efectivamente, se contenta muchas veces con las cosas tales cuales las encuentra, por no darse a buscar otras, como se figura acaso difícil encontrarlas; una vez resignado por pereza, se aficiona por costumbre a lo que tiene y le rodea; y una vez acostumbrado, tiene la bondad de llamar constancia a lo que es en él casi naturaleza.

»Escrito y cerrado este papel, aguardé dos días a que estuviese el baño solo, como solía, y luego salí al paso acostumbrado del terradillo, por ver si la caña parecía, que no tardó mucho en asomar.

¿Sabe usted, amigo, que el trote de este jamelgo es un poco duro? Si usted tuviese la bondad de ir más despacio... , señor; con mucho gusto. Pues no le nunca quejarse al señor cura de su caballo. Antes dice que es una alhaja... Como yo no estoy acostumbrado a esta clase de montura... Eso será... Aunque vayamos con calma, hemos de llegar al oscurecer a casa.

Su morada en Lima, y la obligacion de sostener con decoro su rango, agotaron su peculio y lo dejaron sumido en la indigencia. Acostumbrado

En la alta noche, cuando el monumental lecho de roble crujía sacudido por el convulso llanto del enfermo, murmuraba el triste: ¡Que si llorar!... ¡Hija mía, hija mía!... Después de aquellos primeros ocho días, la vida en Luzmela recobró su aspecto acostumbrado.

¿Le habrá hecho a V. daño el cigarro? le preguntó Miguel. ¡, no señor!... No comprendo lo que pudo ser... Acaso el ron que me dieron estaría malo. Sin embargo, el cigarro... V. escupía mucho... No señor, no; estoy acostumbrado. Viéndole aún bastante pálido y desfallecido, Miguel llamó a un coche de punto, le hizo subir a él y le condujo a su casa, situada en la calle del Sacramento.

Pero de algún tiempo a esta parte me mira y me habla con una severidad a la cual no me tenía acostumbrado, sin duda por mi tardanza en decirle lo que hoy le escribo, ¿no es verdad? » es así, me lisonjeo de haber hallado para justificarme un medio muy sencillo que me ha proporcionado usted mismo.

Esto lo dijo dirigiéndose al joven que antes he mencionado. Señora repuso este desplegando para sonreír toda su boca, que era grandísima ; a fe de jurisconsulto diré a usted que aún puede arreglarse. Hablemos con franqueza. Estoy acostumbrado a presenciar lances muy chuscos en mi carrera y nada me asusta. ¿Ha habido noviazgo?