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Dicen que estremecía ver aquel atrevimiento; y un libro viejo cuenta que era «horrible y espantoso, que llena de congojas y asusta el mirarlo». Los ingleses creen que el juego del palo es cosa suya, y que ellos no más saben lucir su habilidad en las ferias con el garrote que empuñan por una punta y por el medio; o con la porra, que juegan muy bien.

La mujer es dulce y simpática, aunque hay en su fisonomía un no se qué de varonil sin afectacion. El hombre tiene algo de rudo, de muy oriental, que atrae ó asusta según la manera como se le trata. Si buscáis á un andaluz sevillano por las buenas, con finura y afabilidad, aunque pertenezca al vulgo, le hallareis cordial, expansivo, muy atento y obsequioso. ¡Pero cuidado con andar por las malas!

Pero como nadie puede responder hoy de inmovilizar ninguna propiedad, aunque se trate de la sepultura de una familia, y como la adversidad puede traspasar una tumba, lo mismo que otra propiedad cualquiera, de una familia a otra, me asusta el caso de que puedan entrar un día los acreedores u otras personas indiferentes en posesión del castillo y de sus jardines, y no quiero yo, de ninguna manera, que nuestros hijos ni nuestros nietos resulten desposeídos por expropiación o venta, de los restos de una madre como de una cosa mundana y sin importancia, pasando el mejor día de mano en mano.

¡Oh! cada día está más rígida refunfuñó Mabel. No debo ir aquí, ni tampoco allá; se asusta de que hable con este hombre o con aquel otro, y así todo por el mismo estilo. Verdaderamente, me voy cansando de esto, le aseguro declaró, sentándose en la silla que yo acababa de desocupar, desprendiendo el cuello de su pesada capa de pieles y acercando su precioso pie al fuego de la chimenea.

Me entusiasma y complace leer los prodigios que Dios ha escrito en ese libro majestuoso que se llama la naturaleza, pero no es ménos cierto que me asusta y desalienta ese cerrado cajon de madera que se llama diligencia y yo apellido tortura.

¡Martín! ¡Martín! le dijo sollozando . Me han asegurado que quieres ir con el ejército a subir a Peñaplata. ¿Yo? . Es verdad. ¿Y eso te asusta? No vayas. Te van a matar, Martín. ¡No vayas! ¡Por nuestro hijo! ¡Por ! Bah, ¡tonterías! ¿Que miedo puedes tener? Si he estado otras veces solo, ¿qué me va a pasar, yendo en compañía de tanta gente? , pero ahora no vayas, Martín.

Mira hacia arriba, y le espanta el camino que aun falta; mira hacia abajo, y le asusta el espectáculo del combate. Y mientras el trabajo recorre el áspero camino paso a paso, ya animoso, ya desfallecido, hay afortunado que, de un golpe de ala, llega a la cima, y desde lo alto ríe desdeñosamente de aquel que pretende subir arrastrándose como la culebra, y le apostrofa y le insulta.

No quiero cicatrices, doctor; no las quiero a ningún precio. Acabo de sufrir una hace poco, de manos de ese turco condenado, y, para prueba, ya basta. Se me hiela la sangre al recordar la sensación solamente. Tengo tanto valor como cualquier otro hombre, mas tengo nervios también. La muerte no me asusta, pero el sufrimiento me aterra. Matadme, si queréis, pero, ¡por Dios no me cortéis más nada!

La conversacion rodó luego sobre los ferrocarriles, y fué entónces cuando me interesó mas, probándome el buen sentido de aquellos labriegos. Vamos, ¿y es cosa de quedarse uno pasmao, como cuentan? preguntó uno de los departidores. Ca, hombre! si aquello es lo que hay que ver, respondió el viajero feliz. ¡Qué correteo de máquina, por Cristo! ¿Y asusta el embarcarse? Pues ya!

Esa independencia de carácter continuó la Fontane, no sólo es un motivo de celibato del lado femenino, sino que asusta también a no pocos jóvenes. ¿Qué vamos a hacer piensan de una mujer autoritaria y déspota?... Ahogarla exclamó Francisca pensando en la Bonnetable y en el deseo ya formulado. Es un remedio un poquito radical opinó la Sarcicourt, que no está por las medidas violentas.