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Lejos de eso; desde el presidente que le dio su nombre hasta el actual, ninguno la ha formulado con sus variantes en el tiempo, sin que la Inglaterra, y en muchos casos la Europa, haya dejado de protestar. ¡El pobre Monroe ha hecho muchas veces el papel del lobo! ¡el lobo! de la fábula; pero, como los americanos jamás mostraron la garra, ni cuando la expedición de Méjico, ni cuando el bombardeo de Valparaíso, en el que las balas españolas pasaban casi sobre buques que llevaban la bandera estrellada, nadie cree ya en eso espantajo.

Yo admiro además la belleza, el talento y la refinada cultura de las mujeres anglo-americanas, las cuales son la más preciosa y segura garantía de que si se llevase á su práctica huraña la doctrina de Monroe y se volviese á establecer el divorcio entre el antiguo y el nuevo mundo, no volverían los habitadores del último á andar vestidos de plumas y de pieles, á sacrificar seres humanos á los ídolos y á comerse unos á otros.

Si por ella se entiende que la Europa debe renunciar para siempre a todo predominio político en las regiones que se emanciparon de las coronas británica, española y portuguesa, respetando eternamente, no sólo la fe de los tratados públicos, sino también la voluntad libremente manifestada de los pueblos americanos; si ese alcance de la doctrina, estamos perfectamente de acuerdo, y ningún hombre nacido en nuestro mundo dejará de repetir con igual convicción que Monroe: America for the americans.

«América para los americanos»; he ahí la fórmula precisa y clara de Monroe.

En cuanto á una coalición de las grandes potencias, los Estados Unidos no la temen. Recuérdese cómo desbarataron la Santa Alianza con un Mensaje de Monroe». ¿Tendrá razón el Sr.

Y tal es la influencia que ejerce sobre el espíritu colectivo, que a ella se debe el último recrudecimiento de la doctrina de Monroe, que en estos momentos sostiene M. Frelinghysen con igual perseverancia que su antecesor. El debate iniciado entre lord Grenwille y M. Blaine se continúa en el día, sin que se vea hasta ahora probabilidades de que ninguna de las dos partes ceda.

En el fondo, la doctrina Monroe no es sino una opinión, un desideratum, el anhelo de un pueblo, que formula así sus intereses generales. Pero de ahí a convertir esa opinión en un principio de derecho público, hay distancia y mucha.

Todavía es más odiosa y ridícula esta pretensión al notar que se apoya en la necia doctrina de Monroe. ¿Qué significa racionalmente que América ha de ser para los americanos? ¿Dónde están los americanos á quienes América en todo caso pertenece? Los que han dejado vivos los yankees están acorralados como toros bravos en una dehesa ó como jabalíes en un coto.

Además de que los principios de derecho, no sólo en nuestro siglo, sino en todos los tiempos, han influido muy débilmente en la solución de las cuestiones de hecho, los americanos ni aun pueden pretender que la doctrina Monroe sea admitida por el consenso universal.

La avenida de Rio Branco, de una milla de norte a sur, a través del corazón de la ciudad, es una espléndida vía pública delineada por sólidos edificios públicos o casas privadas o de comercio. Los nuevos desembarcaderos, por una parte, y los varios clubs, la biblioteca nacional, el teatro municipal y el palacio de Monroe, por la otra, son dignos, cada uno, de un detenido estudio.