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»¡Qué feliz sería aquel Magistral, anegado en luz de alegría virtuosa, llena el alma de pájaros que le cantaban como coros de ángeles dentro del corazón! Así él tenía aquella sonrisa eterna, y se paseaba con tanto garbo por el Espolón en medio de perezosos del alma, de espíritus pequeños y... vetustenses. ¡Y qué color de salud!

Entró, anegado en lágrimas el rostro, diciendo: «Yo no qué tiene la señora; yo no qué tiene esta casa, y estos niños, y estas paredes, y todas las cosas que aquí hay: yo no más sino que no me hallo en ninguna parte.

Cuando se hallaba más extasiado, dejando resbalar por la garganta alguna complicada fioritura o fermata, un mugido horrísono se la estropeaba sin piedad, dejándole perdido y anegado para un buen rato. Volvía a sacar la cabeza el fabricante con una nota tierna y de efecto seguro... ¡Zas!, el órgano, como una fiera encarnizada, caía sobre ella y la desbarataba.

No volverán». Al decir esto, un terrible chasquido sonó bajo nuestros pies en lo profundo del sollado de proa, ya enteramente anegado. El alcázar se inclinó violentamente de un lado, y fue preciso que nos agarráramos fuertemente a la base de un molinete para no caer al agua. El piso nos faltaba; el último resto del Rayo iba a ser tragado por las olas.

Las mugeres hilaban, tegian las vestimentas y las hamacas indispensables en un pais continuamente anegado, confeccionaban la vagilla de barro, y ayudaban á recoger las cosechas, ocupándose al mismo tiempo de las faenas domésticas.

Es la primera vez que lo veo llorar. lo has hecho llorar con tu cuento del matrimonio. Adormecida por aquella mansa charla, Adriana se puso a pensar que junto a ella, anegado en la misma pena, estaba el hombre elegido por su corazón. Brillaron en su espíritu los maravillosos recuerdos.

Estas avenidas causan frecuentemente muchas desgracias, pues estando anegado todo el valle, arrastra su impetuosa corriente, tiendas, ganado, y algunas veces ganados y niños. La boca de este rio, que se abre en el Océano Atlantico, creo que jamas ha sido sondeada. Llámase la Bahia sin Fondo, por su gran profundidad, ó porque no la tiene como algunos piensan.

Moxos de Loreto de Moxos. 2,145 " de Trinidad. 2,604 " de San Xavier. 1,515 " de San Ignacio. 1,948 8,212 Total. 13,620 Se ve tambien el número relativo de las diferentes tribus de los Moxos, Baures y Muchojeones, y puede calcularse la importancia que debe tener, en el seno de un pais anegado, una nacion cuyos habitantes aun pasan de trece mil, hablando todos ellos el dialecto moxo.

Encerrada en su alcoba o en su tocador, que ya tenía algo de oratorio, sin necesidad de estímulos exteriores, perdida en las soledades del alma, de rodillas o sentada al pie de su lecho, sobre la piel de tigre, con los ojos casi siempre cerrados, gozaba la voluptuosidad dúctil de imaginar el mundo anegado en la esencia divina, hecho polvo ante ella. Veía a Dios con evidencia tal, que a veces sentía deseos vehementes de levantarse, correr a los balcones y predicar al mundo, mostrándole la verdad que ella palpaba; y entonces le costaba trabajo reconocer la realidad de las criaturas. «¡Qué pequeñas eran! ¡qué frágiles! ¡cuánto más tenían de apariencia que de nada! Lo único que en ellas valía no era de ellas, era de Dios, era cosa prestada. ¡Dichas! ¡dolores! palabras nada más; ¿cómo apreciarlos y distinguirlos si lo poco, lo nada que duraban no daba tiempo a ello?». Ana recordaba la vida de unos mosquitos muy pequeños que crecían todas las mañanas a la orilla del río, volaban desde la ribera sobre las aguas, y en medio de ellas morían y eran pasto de unos peces que contaban todos los días con aquel alimento. Pues así era el vivir para todas las criaturas, un rayo de sol que se cruza, para volver a la sombra de que se vino. Y estos pensamientos, que antiguamente la atormentaban, ahora le daban alegría. Porque el vivir era el estar sin Dios, el morir renacer en

El sol caminaba velozmente hacia el horizonte con serenidad majestuosa, sin una nube que lo escoltara, anegado en un vapor de oro y grana que se filtraba hasta perderse enteramente en el azul claro del firmamento. La peña donde se hallaban extendía también su sombra sobre el agua, cuyo verde oscuro se iba trocando poco a poco en negro.