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Es un animal de perlas; bien se ve que usted conoce las buenas bestias.... Y barato: me parece que no reñiremos.... ¡Monote! Sácalo de paseo, para que vea el señor con qué garbo bracea.

Lo que el pequeño mestizo no quiso decir era que la patroncita estaba enferma, según opinión de su madre, india vieja que había venido á reemplazar á Sebastiana como primera criada de la estancia, pero sin tener su buen humor ni su garbo para el trabajo.

En cada elegante gaditana creia ver una hija de Cartagena: el acento, los modales, la soltura, el garbo lleno de gentileza y dengue, el ojo negro y dulce, la sonrisa de adorable coquetería, la tez de un moreno suave y pálido, el andar mesurado y señoril, la amabilidad y la franqueza insinuante, y un no qué de voluptuoso en el vestir, en las formas delicadas pero expresivas y en el juego del inevitable abanico, todo contribuia á producirme una ilusion que me hizo pensar en la patria.

Es cierto que si se ofrece figurar en sociedad, el primero se presentará con mas garbo y soltura que el segundo: que si es necesario sostener una conversacion, aquel brillará mucho mas que este, que su palabra será mas fácil, sus ideas mas variadas, sus observaciones mas picantes, sus réplicas mas prontas y agudas; que el rico en cuestion no entenderá quizas una palabra del mérito de tal ó cual novela, de tal ó cual drama; que conocerá poco la historia, y se quedará estupefacto al oir al comerciante quebrado explicarse como un portento de erudicion y de saber; es cierto que no sabrá tanto de política, ni de administracion, ni de hacienda, que no poseerá tantos idiomas; pero, ¿se trataba por ventura de nada de eso, cuando se ofrecia dar buena direccion á los negocios?

A la puerta de un café, el Nacional contemplaba con toda su familia el paso de la cofradía. «¡Superstisión y atraso!...» Pero él seguía la costumbre, viniendo todos los años a presenciar la invasión de la calle de las Sierpes por los ruidosos «macarenos». Inmediatamente reconoció a Gallardo, por su esbelta estatura y el garbo torero con que llevaba la vestimenta inquisitorial.

Hasta ahora lo estoy. No parece que tengo cincuenta años, sino menos de cuarenta. Ni una cana. Ni una arruga. Todavía me llaman señorito, y no señor, y no faltan hembras de garbo que me califiquen de real mozo, ofendiendo mi modestia. Mi mayor desengaño ha sido en mis ideas y doctrinas, si bien no ha sido bastante para hacerme variar. Dios me perdone si me equivoco á fuerza de creerle bueno.

Por lo demás, es una esfinge silenciosa, que jamás despliega sus labios para llamar a la cuestión o al orden. El colombiano es orador; la frase sale elegante, con vida propia, llena de movimiento y garbo. En teatros más vastos, Esguerra, Becerra, Galindo, Arosemena, tendrían una reputación universal.

Montado en ella trotaba por las calles, sin más objeto que recibir los homenajes de los amigos, que saludaban su garbo con ¡olés! ruidosos. Esto satisfacía por el momento sus deseos de popularidad. Otras veces iba con los señoritos, formando vistoso pelotón de jinetes, a la dehesa de Tablada, en vísperas de gran corrida, para ver el ganado que otros habían de matar.

Fue un veterano malhumorado y pronto a reñir entre la bohemia juvenil de capa y espada que llegaba de la Península soñando con la conquista de tesoros y reinos. Se organizaban nuevas expediciones. Pizarro poníase a sueldo de diversos capitanes. Por las calles de Santo Domingo paseaba su garbo otro extremeño, enamoradizo, espadachín y algo letrado, que se apellidaba Cortés.

¿No ve usted, don Federico le dijo , qué guapa moza está Marisalada y qué corpachón ha echado? Momo, al oír a su abuela, murmuró guillotinando una sardina: ¡Idéntica a la caña de pescar de su padre!, con unas piernas y brazos que le dan el garbo de un cigarrón, tan alta y tan seca, que haría buena tranca para mi puerta, ¡jui!