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, ya se conoce que es usted más tierna que el requesón dijo D. Evaristo, meditando. Es que los demás me parece que no son tales hombres. Para hay dos clases de hombres; él a este lado, todos los demás al otro. No voy de aquí a esa puerta por todos ellos. Soy así, no lo puedo remediar. No me dice usted nada que yo no sepa.

Todos los seres de la tierra le parecían pequeños; y sintiendo la tierna conmiseración de las almas grandes, sonreía dulce pero compasivamente al pensar en su madre, en sus hermanas y hasta en la misma Tónica.

LEONOR. No, no tengo nada ... mas temo vuestro furor. ¿Quién dijo, Manrique, quién, que yo olvidarte pudiera infiel, y tu amor vendiera, tu amor, que es sólo mi bien! ¿Mis lágrimas no bastaron a arrancar de tu razón esa funesta ilusión? MANRIQUE. Harto tiempo me engañaron. Demasiado te creí mientras tierna me halagabas y pérfida me engañabas. ¡Qué necio, qué necio fui!

Un leal capitán salvó a Cusicoyllor y su tierna hija Imasumac, y se estableció con ellas en la falda del Laycacota, en el sitio donde en 1669 debía erigirse la villa de San Carlos de Puno.

Esta costumbre, que se trata de estirpar, obliga entre tanto á los curas á unir en la mas tierna edad á los jóvenes, con el objecto de cohonestar en cierto modo la conducta de estos y la de sus deudos; por lo que se ven niñas de ocho años formalamente casadas con mancebos de doce.

La viveza de las efusiones de Juana me pareció singular, pero era tan tierna, tan encantadora, que atribuí á la amistad lo que debía explicarse por pasión. Tomé mucho cariño á aquella muchacha, sin sospechar cómo me amaba ella, y solamente una noche, al volver de la ópera, tuve la revelación repentina de lo que pasaba en su ánimo.

No había sospechado jamás que los dolores del amor podían lastimar el alma, que sus lágrimas eran verdaderas lágrimas, amargas y calientes como las demás que se vierten en el mundo. Era que aún no había amado. Un día vino á una niña hermosa, tierna y sencilla y me entregó su corazón. Yo fuí bastante bárbaro para no saber qué hacer de él.

Y, preciso es decirlo, aunque nadie lo crea, aunque estas páginas hagan sonreír a los lectores: no estaba yo enamorado de Gabriela, no; mi corazón era de Linilla, de la huérfana tierna y cariñosa, que allá, en un rincón de la Sierra, vivía pensando en .... No sabia yo qué fuerza misteriosa me arrastraba hacía Gabriela. ¿Su belleza, su elegancia, su discreción, el fraternal afecto con que me distinguía?

Como no hemos sido criados con mimos; como desde nuestra más tierna infancia nos acostumbramos a la idea de que no había nadie inferior a nosotros.... Los hombres que se forman solos, como nosotros nos formamos; los que, sin ayuda de nadie, ni más amparo que su voluntad y noble ambición, han logrado salir triunfantes en la lucha por la existencia... ¡demonio!, estos son los únicos que saben cómo se ha de tratar a un menesteroso.

Entre las muchachas Jonnes, se inició una tosecita que contagió todo aquel lado de la mesa. Carlos Tomás, desde un extremo de aquélla, alzó la mirada con tierna expectación. Va a cantar un himno. Va a rezar. ¡Silencio! ¡que es un discurso! Estas voces dieron vuelta a la sala.