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Aun no acababa bien estas razones, Y un indio cano viejo se levanta, Que aunque en la junta estaba, y escuadrones, Su vida es diferente y aun espanta. El caso que diré yo sin ficciones Será, que aunque mi musa en verso canta, Escribo la verdad de lo que he oido, Y visto por mis ojos y servido. El viejo con modestia así decia, Pidiendo que atencion le sea prestada.

Lo peor era que Bringas no había de autorizar un gasto tan considerable en cosa que no era de necesidad absoluta. Otras veces había hecho ella misma sus polkas y manteletas, pidiendo prestada una para modelo.

Y como, según parece, hay personajes elevados que se apropian las obras dramáticas de otros autores, solicitamos de ti, ¡oh rey de las bellas artes! que no lo consientas, porque los poetas que les venden sus obras, remedian sus apuros de esta manera y proporcionan á los compradores gloria injusta y prestada.

¿Cuál coche detrás? -dijo él muy alborotado. Y al volver atrás, como hizo fuerza, se le cayeron las calzas, porque se le rompió una agujeta que traía, la cual era tan sola que, tras verme muerto de risa de verle, me pidió una prestada.

Benigno, servilleta al hombro, se dirige hacia la puerta poniéndose los guantes blancos de algodoncillo. Don Quintín, de levita, prestada y archicumplida, entra escamado, receloso, pero sonriente y haciendo cortesías.

Cumplido el vencimiento del hospedaje, no sólo no pudo pagar el dinero del gabinete ni los ocho reales de la comida, sino que, por añadidura, tuvo que pedir prestada cierta cantidad a D.ª Laura. Diósela esta con el gesto menos gracioso que se puede imaginar; pero la esperanza de un nuevo envío del Canónigo, a todos consolaba.

"¿Cuál coche detrás?" dijo él muy alborotado. Y al volver atrás, como hizo fuerza, se le cayeron las calzas, porque se le rompió una agujeta que traía, la cual era tan sola, que tras verme tan muerto de risa de verle, me pidió una prestada.

No podía yo esperar, por consiguiente, que el influjo o el arrimo de sujetos aristocráticos viniese a prestarme como un reflejo de su valer. Creía yo y creo tener luz propia, digámoslo así, y que no la necesito prestada. No si aplaudirás o censurarás esta vanidad mía. Yo te confieso que la tengo para confesarte además que el Barón me aduló esta vanidad, sin artificio y por manera irresistible.

Encerrada en su alcoba o en su tocador, que ya tenía algo de oratorio, sin necesidad de estímulos exteriores, perdida en las soledades del alma, de rodillas o sentada al pie de su lecho, sobre la piel de tigre, con los ojos casi siempre cerrados, gozaba la voluptuosidad dúctil de imaginar el mundo anegado en la esencia divina, hecho polvo ante ella. Veía a Dios con evidencia tal, que a veces sentía deseos vehementes de levantarse, correr a los balcones y predicar al mundo, mostrándole la verdad que ella palpaba; y entonces le costaba trabajo reconocer la realidad de las criaturas. «¡Qué pequeñas eran! ¡qué frágiles! ¡cuánto más tenían de apariencia que de nada! Lo único que en ellas valía no era de ellas, era de Dios, era cosa prestada. ¡Dichas! ¡dolores! palabras nada más; ¿cómo apreciarlos y distinguirlos si lo poco, lo nada que duraban no daba tiempo a ello?». Ana recordaba la vida de unos mosquitos muy pequeños que crecían todas las mañanas a la orilla del río, volaban desde la ribera sobre las aguas, y en medio de ellas morían y eran pasto de unos peces que contaban todos los días con aquel alimento. Pues así era el vivir para todas las criaturas, un rayo de sol que se cruza, para volver a la sombra de que se vino. Y estos pensamientos, que antiguamente la atormentaban, ahora le daban alegría. Porque el vivir era el estar sin Dios, el morir renacer en

Además, su sentimiento al ver morir tan nobles animales, ¿no era ya una sensación digna de cantarse en primorosa prosa? Pidió pues prestada al mayordomo su escopeta, encaminose al estanque, y, con el corazón sangrando, a una vara de distancia, ¡pam! asesinó el primer cisne que saliera a recibirlo, esperando la consabida migaja de pan... ¡Inútil sacrificio!