United States or Heard Island and McDonald Islands ? Vote for the TOP Country of the Week !


Diéronme entonces tentaciones de echar a correr, pero me quedé como clavado en el suelo, retenido allí por mi propio juramento. No tardé en oír pasos... Alguien abrió... Lancéme al interior de una habitación oscura como boca de lobo, abrí una puerta por cuyos intersticios se filtraba la luz y exclamé con acento de resolución suprema: ¡Señorita!

Era la imagen de la amabilidad, en el supuesto de que le están dando garrote. Su sonreír empalagoso hizo a Rosalía el efecto de un fluido miasmático que se filtraba en ella y la ponía enferma. ¡Y cuán impertinente su nariz chica, y cuán cargante la maña de resobarse la barba, como si quisiera extraer de ella alguna sustancia!

No quisieron, sin duda, despertarme, para que me desquitara de las desmañanadas del Colegio. ¡Que duerma hasta que quiera! dirían las buenas señoras. Harto habrá madrugado en diez años de encierro. La luz que se filtraba por las junturas del techo y por las hendiduras de la ventana, alegre y regocijada me hizo dejar el lecho.

No quería oír en balde baladronadas y mentiras. Lo cierto era que le pedían cuarenta duros, y si no los dejaba en el horno le quemarían su barraca, aquella barraca que miraba ya como un hijo próximo a perderse; con sus paredes de deslumbrante blancura, la montera de negra paja con crucecitas en los extremos, las ventanas azules, la parra sobre la puerta como verde celosía, por la que se filtraba el sol con palpitaciones de oro vivo; los macizos de geranios y dompedros orlando la vivienda, contenidos por una cerca de cañas; y más allá de la vieja higuera el horno, de barro y ladrillos, redondo y achatado como un hormiguero de África.

Tan mareado iba, que a los pocos pasos encontré al sereno y le di dos pesetas. Después me pesó, porque no había necesidad, según lo que Gloria me había dicho. Tampoco reparé esta vez si las estrellas centelleaban allá arriba con suave fulgor, ni si la luz de la luna se filtraba por el laberinto de calles oscuras, manchándolas aquí y allá con jirones de plata.

La condesa se empeñó en entrar; yo la seguí. La luz se filtraba con trabajo dentro del exiguo templo por dos ventanillas estrechas que más parecían grietas. Colgada frente al altar de la Virgen, chisporroteaba una lámpara de bronce.

Algunas noches oía lejanos y vagos, al través de los gruesos muros, lamentos y sollozos en las mazmorras inmediatas. Una mañana le despertaron varios truenos, a pesar de que un rayo de sol se filtraba por el ventanillo. Oyendo a los carceleros en el inmediato corredor, comprendió el misterio. Habían fusilado a algunos de los presos. Luna acogía como una felicidad la esperanza de la muerte.

Los objetos ofrecíanse indecisos y temblorosos, como si hubieran perdido sus contornos, y la luz se filtraba con trabajo por aquel cielo de algodón para sumirse luego en la tierra negra y húmeda. Respirábase en este ambiente espeso, que no hería apenas ruido alguno, cierta calma: pero una calma que oprimía en vez de refrescar el corazón. Volví los ojos hacia la ciudad.

En el interior de éste, los clérigos, al terminar el coro de la tarde, leían, a la verdosa claridad que se filtraba entre el follaje, los periódicos del campo carlista o comentaban entusiasmados las hazañas de Cabrera, mientras que en lo alto, indiferentes para las insignificancias humanas, revoloteaban las golondrinas en caprichosa contradanza, lanzando silbidos como si rayasen con su pico el cristal del cielo.

La abundancia de hojas en lo más alto de las plantas formaba verde toldo, por el cual se filtraba tamizada y tenue la lumbre solar, mitigando sus ardores y formando caprichosos cambiantes de refulgente claridad y de sombra apacible. El kokila y otras aves cantoras entonaban sus trinos y gorjeos.