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Pues parece que jura. Ya no hay vergüenza en España... Pero no veo al obispo de Orense. El obispo de Orense no jura murmuraron las tribunas en rumoroso coro. Y en efecto, el obispo de Orense no juró. Hiciéronlo humildemente los otros cuatro, con mala gana sin duda. La opinión pública en general estaba muy pronunciada contra ellos.

Ella sólo puede asosegaros esos bullentes borbotones del cerebro y salvaros de caer en la pasión del orgullo, en esa peligrosa y aborrecible pasión que nos convierte en un fruto mollar para el Demonio. Dios queriendo, hijo mío, yo seré muy pronto promovido a Obispo de Cartagena o de Orense, como lo asegura don Alonso.

No se crea que he querido hacer un homenaje á una persona, que acaso no leerá jamas estas páginas. El rápido estudio que pude hacer del pueblo español me convenció de que Orense era un tipo de doble carácter; y los hombres típicos son precisamente los mejores rasgos de la fisonomía de una sociedad. No era extraño que yo llegase á Madrid agradablemente impresionado. Aspecto general.

Cada momento me seducía más la gracia y el carácter campechano de la primera; y eso que más de una vez se reía, según sospecho, a mi costa. A los dos o tres días de tratarla me preguntó: ¿De dónde es usted? De Bollo. Me miró con sorpresa. Un pueblecito del partido judicial de Viana del Bollo, en la provincia de Orense añadí con timidez.

Como esas casas no son más que vanidad y vanidad, por no confesar que le faltaban los cuartos y no pedirlos a una persona de conocida honradez, pongo por ejemplo, un servidor, va y los recibe de un pillastre, de una sanguijuela que le está chupando cuanto posee. Buenas cosas van a decir de nosotros los badulaques de la Junta de Orense.

No restaba más esperanza a las primitas que la herencia de una tía soltera, doña Marcelina, madrina de Nucha por más señas, que residía en Orense, atesorando sórdidamente y viviendo como una rata en su agujero. Estas nuevas dieron en qué pensar a don Pedro, que desveló a Julián algunas noches más. Al cabo adoptó una resolución definitiva.

A pesar de conocer a Orense y haber estado en Santiago cuando niño, discurría y fantaseaba a su modo lo que debe ser una ciudad moderna: calles anchas, mucha regularidad en las construcciones, todo nuevo y flamante, gran policía, ¿qué menos puede ofrecer la civilización a sus esclavos?

Pues... el objeto que aquí me trae... Ante todo, debo decirle que yo no soy ningún aventurero. En toda la provincia de Orense es bien conocida mi familia... Mi padre es farmacéutico en Bollo y ha hecho una fortunita... vamos, que aunque no sea ninguna cosa del otro jueves, como soy hijo único, me permitirá vivir sin trabajar.

Quiero yo significar con esto que si bien los juegos florales se han celebrado en Bilbao, en Salamanca, en Almería, en Cádiz, en Calatayud, en Zaragoza y en Orense, todos los mantenedores, cuál más, cuál menos, se han ido por los cerros de Úbeda. No condeno yo semejante aberración. Me limito a declarar que existe.

Aquel que en elevadas fantasias, Y en éstasis sabrosos se regala, Y tanto imita las acciones mias, Es el MAESTRO ORENSE, que la gala Se lleva de la mas rara eloquencia Que en las aulas de Atenas se señala. Su natural ingenio con la ciencia, Y ciencias aprendidas le levanta Al grado que le nombra la excelencia.