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El cambio de domicilio fue un acontecimiento para ; la espléndida casa de mi tío Ramón, mi ropa flamante de luto, la nueva faz de mi vida, ejercieron en mi espíritu toda la influencia de la novedad.

Un día, contó el viejo Vargas que el chico de Esteven había sido nombrado oficial primero o segundo, con trescientos pesos, y como él no era más que auxiliar con ochenta y en su sección estaba aquél, resultaba que él, don Pablo Aquiles, empleado antiquísimo, quedaba bajo las órdenes de su flamante superior, Jacintito: felizmente, éste iba tarde o no iba nunca, y cuando iba, no hacía nada.

Suponiendo esto, bien puede suponerse que este hombre es caudillo de un apretado escuadrón de sumisos mesnaderos, que entran en las batallas que hoy se usan como un rebaño de borregos; o que tiene arte diabólico para manejar los cubiletes y trampantojos de esa farsa, a su completo gusto; o que si no tiene nada de ello, sabe buscarlo por cualquier camino, y que sabe, además, el valor que esas habilidades representan en el derecho flamante, y la manera de negociarlas.

Justamente, la única afición de Belarmino al arte zapateril consistía en restaurar calzado viejo, cuanto más viejo mejor, y con unos miserables despojos crear un par flamante. Era una afición pareja a su vocación filosófica. Y así, acogió aquellas valetudinarias botas del Estudiantón o Aligator con marcada reverencia y afectuosidad.

Aconteció que por causa de una fuerte neuralgia necesitó este la asistencia de Augusto Miquis, doctorcillo flamante, que en los primeros pasos de su carrera daba a conocer su gran disposición y altísimo porvenir. Enfermo y médico charlaban de diversas cosas.

La monja es la hermana Lucidia. Nada vieja; tampoco nada joven.... Sobre el lado derecho de la cara, cogiéndole desde la sien hasta la comisura de los labios, y todo a través del carrillo, tiene ya desde que nació una mancha cárdena, de perfil tentacular, como huella flamante de un bofetón; un bofetón que, antes de salir a la vida, le dió el destino.

Si cabe comparar lo sagrado con lo profano, sería esto tan ridiculo como si el Estado erigiese un magnifico templo y ensayase en él la religión de Brahma, de Buda, de Zoroastro ó de cualquier profeta flamante, á ver si el pueblo la prefería al catolicismo y se convertía. Si en la religión hay herejes, en las artes también los hay.

Comprábale un tricornio flamante, y no acababa el día sin que el travieso muchacho le recortase los bordes caprichosamente hasta darle el aspecto de una fantástica cresta.

Quince días pasé desempeñando mi comisión con toda conciencia, bajo la inmediata vigilancia del cabo, que era flamante, lleno de ardimiento, y creía que las funciones que desempeñábamos eran de esas que ni los pueblos ni los gobiernos olvidan, y hacen de los que han tenido la suerte de ocuparse en ellas una especie de dioses chicos, merecedores, no ya de estatuas en las plazas públicas, sino de ser tenidos como ejemplos en la historia de la humanidad civilizada.

Literalmente, los versos de Andrés Chenier son un centón de trozos traducidos del latín y del griego; pero, infundida el alma de Andrés Chenier, en el centón susodicho y prestándole nueva y poderosa vida, le convierte en manifestación lírica de las ideas, pasiones y creencias de fines del siglo pasado y en base flamante de la gran poesía que ha florecido en Francia en el presente siglo.