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En seguida comenzaba a disertar sobre los druidas, sobre Odin, Brahma y Pitágoras, haciendo citas latinas y griegas, anunciando la transformación próxima de los del Harberg en lobos, zorros y animales de todas clases. Yo exclamaba seré león, y comeré quince libras de carne de vaca todos los días.

Yo he visto en alguna parte un busto del Dios Brahma, que muchos años después me hizo recordar a lord Gray. Vestía con elegancia y cierta negligencia no estudiada, traje azul de paño muy fino, medio oculto por una prenda que llamaban <i>sortú</i>, y llevaba sombrero redondo, de los primeros que empezaban a usarse.

En su ilimitada y superior existencia, dominador Crishna de los tres mundos, dirige al son de su música el eterno giro de las esferas celestes que en arrebatada consonancia producen el perpetuo cambio de luz y tinieblas, en día y en noche, de alternadas estaciones durante el año, y en ingentes períodos de siglos desde el renacer del universo hasta su caída, extinción y reposo en el seno de Brahma.

Si cabe comparar lo sagrado con lo profano, sería esto tan ridiculo como si el Estado erigiese un magnifico templo y ensayase en él la religión de Brahma, de Buda, de Zoroastro ó de cualquier profeta flamante, á ver si el pueblo la prefería al catolicismo y se convertía. Si en la religión hay herejes, en las artes también los hay.

Tantos y tantos animales que vivían tranquilamente, se humanizaban y bosquejaban las artes; hoy día azorados, embrutecidos, hanse convertido en bestias. Los monos, reyes de Ceilán, cuya discreción tanta celebridad adquiriera en la India, son ahora unos salvajes horrorosos, ni más ni menos; el brahma de la Creación, el elefante, perseguido, esclavizado, queda reducido á una bestia de carga.

Sobre ambas manos juntas fueron todos los asistentes vertiendo algunas gotas de agua lustral perfumada. Morsamor enseguida dio a Urbási algunas hojas de betel picante. Entonces se renovó la invocación, dirigiéndola Narada a los más egregios seres divinos, a la propia Trimurti con el complemento femenino de Sarasvati, esposa de Brahma; de Laksmi, esposa de Vishnú, y de Uma, esposa de Siva.

Así como en España, cuando se hundió el Califato de Córdoba, surgió de sus ruinas multitud de Estadillos, donde alzaron sus trenes no pocos régulos, aquí también se han formado reinos musulmanes diversos, que se sostienen aún, a pesar de las sucesivas y pasajeras invasiones de los mongoles y a pesar de la malquerencia de los sectarios de Brahma que no han sabido sacudir el yugo extraño.