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Xuantipa se perdió por una puerta de la trastienda. Quedaron a solas el caballerete y Belarmino. Dijo el caballerete, apuntando desdeñosamente con el bastón a un par de botas que yacía sobre el mostrador: Belarmino, te devuelvo ese par de botas; no me sirven. haces el calzado sedicioso, republicano.... Usted dispense, don Manolito. En mi profesión soy analfabético.

Le zumbaban los oídos, y pensaba que si en aquel momento aquella mujer le proponía escaparse juntos al fin del mundo, echaba a correr sin equipaje ni nada, sin llevar siquiera las zapatillas; y eso que no concebía cómo hombre nacido podía echarse por la mañana de la cama y calzarse las botas de buenas a primeras.

La espantosa escena descrita había impresionado desagradablemente a la joven, que sintió profunda compasión de su amiga. Si las monjas se lo hubieran permitido, quizás ella habría aplacado a la bestia. «Toma tu ropa, tus botas le dijo en voz baja y en tono apacible . Pero, hija, ¡cómo te has puesto!... ¿No conoces ya que has estado trastornada?». Quítate de ahí, pendoncillo... quítate o te...

Todos los personajes de Madrit ma quitaban el sombrero y venían a buscarme para que les pusiera algún sueltesito dándoles bombo. Llagustera para aquí; Llagustera para allí; Llagustera, venga a almorsar conmigo; Llagustera, suba al coche, le llevaré a su casa. An fin, poco faltaba para que ma limpiasen las botas, ¿sabe? Uno de los más amigos era el general Martínez Campos.

Empezó de groom, con su chaquetilla listada de menudos y apretados botones, sus botas de montar y su gorra de librea.

Luego se vio que desde el corredor alto tiraban un par de botas, luego un mantón... Bajarlo, hijas, bajarlo dijo desde el patio la Superiora, mirando hacia arriba y ya recobrada la serenidad con que daba siempre sus órdenes. Fortunata bajó un lío de ropa, y recogiendo las botas, se lo dio todo a Mauricia, es decir, se lo puso delante.

Calzaban botas indescifrables, pues no se podía decir a ciencia cierta dónde acababa la piel y empezaba el cordobán. Estaban galoneados de lodo desde la cabeza a los pies. Si la basura fuera una condecoración, los nombres de aquellos caballeritos se cogerían toda la Guía de forasteros.

Quiero decir que, como zapatero, no tengo preferencias políticas, sino como ciudadano. La ciencia zapateresca ignora las cláusulas políticas; por eso es analfabética. Yo, lo mismo hago botas de monte y campo, que botas de montar o zapatos higuelife. También confecciono calzado para religiosos y sacerdotes; ahí ve usted, don Manolito. Esas botas no me sirven.

Ella con otro traje: falda ceniza y abrigo muy oscuro, de paño todo bordado; sombrero gris con gran lazo y velillo; en vez de zapatos, botas. Don Juan, que va resuelto a hablar, se acobarda viendo a la niñera. «No: los criados son enemigos, no quiero comprometerla. Pero cuando viene aquí, cuando no se va de paseo a otra parte... por algo es

Casi todas las tardes, antes del toque de oraciones, se presentaba en la cuadra un viejo escudero. El ruido de sus botas en los peldaños era inconfundible. Sin embargo, el hombre aparecía de sorpresa, abriendo la puerta de un puñetazo.