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Sus ojos azules, húmedos y sumisos, su color animado, su pelo castaño que se rizaba en conchas paralelas y caía en dos trenzas hasta más abajo del talle, embellecían mucho a la muchacha y disimulaban sus defectos, lo pomuloso de su cara, lo tozudo y bajo de su frente, lo sensual de su respingada y abierta nariz.

Este fué construido primeramente cerca de las orillas del rio Blanco, como doce leguas al sudeste del lugar que actualmente ocupa; pero por la insalubridad del sitio, lo transfirieron en el año de 1801 al punto donde hasta el presente existe. Los Tapacuras se avinieron fácilmente á las costumbres de las misiones, y bien pronto se les vio tan sumisos á todas sus reglas como los mismos Baures.

Le hallé tal como Angelina me le pintara. Ya le conocerás me decía la joven es muy sencillo, muy locuaz. A veces tiene cosas de chiquillo. Por eso le quieren tanto sus feligreses. Y mira que los indios son insufribles. Dicen: «por aquí, esto, lo otro», y no hay manera de que entren en razón. Papá los sobrelleva de un modo que a las dos palabras ya están sumisos y obedientes.

De repente, una voz imperiosa me dijo: «Vuestro pasaporteDesperté, y disimulando mi indignacion me dije por primera vez: «Ah! estamos en Francia; comencemos á ser sumisosPresentamos los pasaportes, dimos nuestros nombres y pronombres, firmando para que comparasen los caracteres; y despues de sufrir durante cinco minutos las miradas escrutadoras de los cancerberos, la misma voz imperiosa nos dijo: «Pasad

Está visto que Dios quería probar a la dama rondeña, porque a las calamidades del orden económico añadió la grande amargura de que sus hijos, en vez de consolarla, despuntando por buenos y sumisos, agobiaran su espíritu con mayores mortificaciones, y clavaran en su corazón espinas muy punzantes.

Estos reproches no eran amargos como otras veces, sino resignados, sumisos, y contenían una suprema súplica. El último vestigio de su orgullo había muerto, y la elocuencia le venía de la sinceridad de su espíritu fecundado por el sufrimiento.

Por un momento creyó que iba á matarla. Los hombres serios, tímidos y sumisos son terribles en sus explosiones de cólera. El marido lo sabía todo. Con la misma paciencia que empleaba en la solución de sus problemas industriales, la había estudiado día tras día, sin que pudiese adivinar esta vigilancia en su rostro impasible.

Aquellos mozos antes tan parcos y sumisos se tornaron en pocos meses díscolos, derrochadores y blasfemos. No solamente cambiaron su pintoresco traje aldeano por el pantalón largo y la boina, sino que se proveyeron casi todos de botas de montar, bufanda, reloj y lo que es peor, de navaja y revólver.

Y venía entonces de perilla una larga imprecacion, una arenga, una declamacion contra la perversion de las buenas costumbres, de ahí la necesidad de erigir un tribunal militar permanente, «la declaracion del estado de sitio dentro del estado de sitio ya declarado, una legislacion especial, represiva, enérgica, porque es de todo punto necesario, ¡es de imperiosa urgencia hacer ver á los malvados y criminales que si el corazon es generoso y paternal para los sumisos y obedientes á la ley, la mano es fuerte, firme, inexorable, severa y dura para los que contra toda razon faltan á ella é insultan las sagradas instituciones de la patria!

Los de este distrito son unos 88.000, distribuídos en la forma siguiente: Población cristiana 68.000 Idem mora 8.000 Idólatras de la cuenca del Butuan 12.000 Los habitantes cristianos de Surigao son de carácter pacífico, sumisos, honrados y religiosos, pero poco aficionados á las faenas del campo.