United States or Botswana ? Vote for the TOP Country of the Week !


Tampoco se acordaban de los difuntos; pero lo disimulaban; los trajes eran obscuros, las conversaciones menos estrepitosas que de costumbre, el gesto algo más compuesto.... Se paseaba en el Espolón como se está en una visita de duelo en los momentos en que no está delante ningún pariente cercano del difunto. Reinaba una especie de discreta alegría contenida.

Siguió festejando con la misma asiduidad, quizá con alguna más, a la heredera de Estrada-Rosa, pero no podía hablar a la señora de Quiñones sin sentirse turbado; las miradas que se dirigían eran largas, intencionadas; sus apretones de manos vivos, impregnados de cariño. Ambos disimulaban delante de Fernanda como si fuese ya la esposa ultrajada. ¡Y aún no se habían dicho una palabra de amor!

Empezaron las despedidas, y los que se iban disimulaban el despecho, cierta vergüenza; se creían humillados, casi en ridículo. Muchacho había que saludaba torpemente y salía como corrido. Las señoras eran las que peor fingían tranquilidad e indiferencia. Algunas salían ruborizadas. Glocester era de los que no estaban convidados.

Sus ojos azules, húmedos y sumisos, su color animado, su pelo castaño que se rizaba en conchas paralelas y caía en dos trenzas hasta más abajo del talle, embellecían mucho a la muchacha y disimulaban sus defectos, lo pomuloso de su cara, lo tozudo y bajo de su frente, lo sensual de su respingada y abierta nariz.

Los Capitanes y la demás gente de lustre aunque disimulaban, y en lo exterior se dejaban engañar, sentian mal de esta partida, y creyeron que más habia nacido de los recelos de Andronico, que de los movimientos de Bulgaria.

Emprendió la marcha, hundiendo en la nieve sus piernas mal abrigadas, aquellos pantaloncillos de verano roídos por los bordes, que apenas si disimulaban las grietas y descosidos de las botas. Sus pies se enfriaron al contacto de la nieve; a los pocos pasos creyó que marchaba descalzo.

La doctora se levantaba las faldas para evitar su contacto, lanzando al mismo tiempo risas nerviosas que disimulaban su terror. De pronto, Freya gritó, señalando con un dedo la base del antiguo altar. Una culebra de color de ébano, con el lomo moteado de manchas rojas, desenroscaba sus anillos sobre las piedras lenta y solemnemente.

¡Vamos, silencio! le dijo doña Martina encarándose severamente con él. ¿Tienes ganas de llevarlas otra vez? Miguel no se ríe de ti... ¿Por qué se ha de reír, tontuelo?... Porque ... yo bien lo ... ¡Porque es un hipócrita!... ¡Silencio, te digo... y a comer! Miguel se había puesto muy serio, comprendiendo que había cometido una grosería, y que se la disimulaban por ser convidado.

Ellos eran los que habían rodado, como astutos constructores, las piedras amontonadas en el suelo, formando baluartes, á cuyo abrigo se disimulaban para caer sobre sus víctimas.

Aquellos pajarracos no se comían, pero Frígilis les tenía declarada la guerra porque se burlaban de los cazadores con una especie de ironía, de sarcasmo que parecía racional. Esperaban, fingían estar descuidados, disimulaban su vigilancia, y al ir Frígilis a disparar, escondido tras un seto... volaban los condenados gritando como brujas sorprendidas en aquelarre.