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Aquellos mozos antes tan parcos y sumisos se tornaron en pocos meses díscolos, derrochadores y blasfemos. No solamente cambiaron su pintoresco traje aldeano por el pantalón largo y la boina, sino que se proveyeron casi todos de botas de montar, bufanda, reloj y lo que es peor, de navaja y revólver.

Mostrábanse tristes, fatigados, con el ceño torvo, parcos en palabras, sin otro deseo que el de pedir la cena, maldiciendo sordamente al maestro, a los compañeros, a todos los ricos, a la vida adusta e ingrata, que sólo tenía para ellos rudezas y choques.

Eran los mareantes de su siglo, en general, parcos en los accesorios de adorno y pintura. Los fondos se ensebaban, reponiendo con frecuencia la capa, para lo cual ponían á monte los vasos; es decir, los varaban en cualquiera playa á propósito .

La infeliz vio la traición tan clara como imaginó haber visto la felicidad, sufriendo al par la vergüenza de la falta y la humillación del abandono. Doña Justa y don Luis, a quienes le fue forzoso confiarse, anduvieron relativamente parcos en recriminaciones, pero crueles e inexorables en punto a la energía necesaria, para ocultar las consecuencias de la seducción.

No, no salgo contestó Edwin enérgicamente . El que desee verme que entre aquí. Me siento más fuerte bajo este techo. Y al decir esto miraba el tronco enorme apoyado en la mesa. Los enviados del gobierno, cada vez más sombríos y parcos en palabras, se consultaron con una mirada cuando salió Flimnap para decirles que el Hombre-Montaña deseaba cambiar de ropas dentro de su vivienda.

Ahora vivía con tres compañeros malcarados y parcos en palabras, que, según se murmuraba en el boliche del Gallego, procedían de un valle de la Cordillera. Tres hombres de bien que se han desgraciado dijo el gaucho hablando de ellos ; tres compadres que han venido á vivir á mi rancho hasta que las gentes malas se cansen de calumniarlos.

Parcos anduvieron también en materia de dulces, pues aparte del «arrope para las gallinas» combinación verdaderamente diabólica, digestible solo para aquellos estómagos, y del manjar blanco, ni siquiera endulzaron sus paladares con alguna frutilla de sarten, bien enmelada, ó con finos alfeñiques ó piezas de alaju.

Sólo la matanza de San Bartolomé en Francia, aun admitiendo los cálculos de Llorente, más bien exagerados que parcos, inmoló más víctimas que la Inquisición española en los tres siglos que funcionó.

Raro era el número de cada uno de ellos que no daba lugar a algunos bastonazos o bofetadas, cuando no a un desafío formal. Sin embargo, en éstos eran más parcos todos. Padrinos se nombraban por un quítame allá esas pajas; pero darse de sablazos o de tiros, ya era otra cosa. La contienda había enardecido los ánimos en la villa.