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Juana, maldiciendo a su vez de todos y de todo, comenzó a lavar con agua fresca la herida de su hija, que, por cierto, era insignificante.

Separáronse con esto: el pescador se fúe dando gracias á su estrella, y Zadig maldiciendo sin cesar la suya. El basilisco. Llegó Zadig á un hermoso prado, donde vió una muchedumbre de mugeres que andaban buscando solícitas cosa que parecia que habian perdido. Acercóse á una de ellas, y le preguntó si queria que las ayudara á buscar lo que querían hallar.

?Es esta toda tu respuesta? ?no tienes otra mas dulce? iPiensa bien en ello antes de negarte a lo que te propongo! He dicho no. Puedo pues retirarme; habla. Retirate. MANFREDO solo. Somos la victima del tiempo y de nuestros terrores; cada dia se nos presentan nuevas penas; vivimos sin embargo maldiciendo la vida y temiendo la muerte. Mi ciencia me ofrece todavia algun recurso.

No sabemos cuánto tiempo hubiera estado nuestro buen ingenio preso por los pies en el lodo pegajoso, y maldiciendo de su suerte, y del amor, y de las mujeres, y de los hijos bastardos y del mundo entero, y si acaso hubiera perecido, á no ser por un incidente imprevisto para él.

Buscando las aventuras por entre las duras peñas, maldiciendo entrañas duras, que entre riscos y entre breñas halla el triste desventuras, hirióle amor con su azote, no con su blanda correa; y, en tocándole el cogote, aquí lloró don Quijote ausencias de Dulcinea del Toboso.

Pero D. Álvaro tampoco era el malvado diabólico, que se había representado en los primeros días que le conoció. A ratos lo parecía. Un demonio hablaba y reía por su boca en ocasiones, maldiciendo de Dios y de los hombres. En otras, sin embargo, mostrábase dulce, afectuoso, compasivo, y hablaba con tal inocencia que parecía estar oyendo a un niño.

Esto también le estorbó el cacique, afirmando que él tenía de aquel madero grande estimación y aprecio porque había visto que el Padre le adoraba; con lo cual, maldiciendo el Mapono su fortuna, se volvió á su tierra con esperanza de haberlo á las manos el año siguiente y hacer en él el estrago que deseaba, lo cual hubiera por ventura ejecutado si Dios no hubiera desvanecido sus designios queriendo no quedasen sin venganza por más tiempo los intentos dañados de aquel bárbaro apasionado por el demonio, y ganando veneración y aprecio el propagador de su santa ley con el castigo proporcionado á gente que no estima otra cosa sino lo que ve por los ojos ó toca con las manos.

Otras, sólo cazaba conejos, y al regresar a su casa, cerca del amanecer, tendíase en la cama sin desnudarse, maldiciendo su mala suerte, y dormía con el cansancio del que ha pasado la noche caminando a gatas, con el oído siempre atento, creyendo de un momento a otro oír la voz de «¡alto!» y el silbido de la bala.

Verlas la Pepa y descargar su boca cuanta palabrota y desvergüenza llevaba almacenadas, fué instantáneo; hecha una fiera, las guedejas caídas sobro los ojos, increpaba a todos con el puño cerrado, maldiciendo del difunto, a quien condenaba a los fuegos del infierno.

9 Mas endureciéndose algunos y no creyendo, maldiciendo el Camino delante de la multitud, apartándose Pablo de ellos separó a los discípulos, disputando cada día en la escuela de un cierto Tiranno. 10 Y esto fue por espacio de dos años; de manera que todos los que habitaban en Asia, judíos y griegos, oyeron la Palabra del Señor Jesús. 11 Y hacía Dios singulares maravillas por manos de Pablo,