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Me desperté muy temprano al otro día, y por satisfacer una curiosidad en que había mucho de pueril, me asomé al balcón, bien arropado.

Yo desperté dijo la otra . Creí sentir pasos dentro de la casa. Te vi salir, y por un instante el temor no me permitió hacer ningún movimiento ni tomar resolución alguna.

Parecióme que en aquel instante desperté de la simpleza en que como niño dormido estaba. Dije entre : "Verdad dice éste, que me cumple avivar el ojo y avisar, pues solo soy, y pensar cómo me sepa valer."

Frío con el pavor tendí los brazos a donde estabas ... ya no estabas, y sólo hallé a mi lado un esqueleto, y al tocarle osado, en polvo se deshizo, que violento llevose al punto retronando el viento. Yo desperté azorado; mi cabeza hecha estaba un volcán, turbios mis ojos; mas logro verte al fin, tierna, apacible, y tu sonrisa calma mis enojos. LEONOR. ¿Y un sueño solamente te atemoriza así?

En esto desperté de mi sueño y me volví a encontrar en mi pobre casita de esta corte. Creo, añadía nuestro amigo al terminar su cuento, que con menos riqueza y a menos costa pueden los Nanares del día seducir a los Parsondes que zahieren su inmoralidad y sus vicios, movidos, no de la caridad, sino de la envidia.

La de los Machut hizo entonces de lo que le dió la gana. ¿Cómo desperté en un hotelito de la calle de las Grandes Baldosas? ¿Cometí el crimen que usted me reprocha? ¡Lo ignoro! No soy mas que un pobre hombre que no puede con el vino de Champaña... EL JUEZ. ¡Sin embargo, el flagrante delito...!

Más de una vez por la noche me desperté con la cara bañada en lágrimas, pues la había visto ya muerta en sueños. Un recuerdo de los primeros años de mi juventud me volvía a la memoria: la había encontrado un día tendida en el sofá, rígida, pálida, semejante a un cadáver, y no podía apartar esa imagen de mi pensamiento. Mientras más se acercaba el momento crítico, más me consumía la inquietud.

Pero si todos aquellos señores me querían mucho... continuó D. Diego . Por la tarde, y luego que desperté de aquel largo sueño, me dijeron que si sabía yo lidiar un toro. Les dije que , y poniéndose muy contentos, me mandaron que diese al punto una corrida.

Le pagué lo que me dijo y me acosté. Seguía lloviendo; el agua azotaba los cristales, el viento silbaba furioso, dando unas notas de tiple extraordinarias. Me metí en la cama y me dormí al momento. Me desperté antes del amanecer con un sobresalto. Me asomé a la ventana; no llovía; me vestí rápidamente y bajé las escaleras.

Se acabó la entrevista y desapareció el miedo... Deo gratias. En cuanto me desperté esta mañana me sentí la cabeza pesada, oprimido el corazón y contraído el estómago. Traté en vano de recobrar mi calma habitual... El pensamiento de pasar a mi vez por las exigencias de la feria del matrimonio me tenía un poco embobada.