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Actualizado: 3 de junio de 2025


Cuando me desperté, mi almohada estaba inundada de lágrimas; en todo el día no hice más que ir y venir en torno de mi hermana como una criminal: me parecía que tenía sobre la conciencia una falta grave cometida contra ella. Después de la comida Marta se había recostado por un rato en el canapé, otra vez con su dolor de cabeza.

Desde que desperté, durante aquella mañana, una inquietud sorda comenzaba de nuevo a invadir mi alma.

Veíame en casita, a su lado, escuchando aquel gracioso acento andaluz que tanto me cautivaba, recordando tal vez con risa los curiosos pormenores de nuestro conocimiento, tal vez interrumpidos en nuestra plática por el juego ruidoso de algunos nenes... Cuando desperté de aquel sueño feliz, no pude menos de pensar que para llegar a allá aún quedaba mucho camino.

Me desperté, y volví a soñar: el tal salón de baile estaba frecuentado por los muertos diarios de una epidemia. El traje blanco de María Elvira era un sudario, y yo era la misma sombra de antes, pero tenía ahora por cabeza un termómetro. Eramos siempre La meningitis y Su Sombra. ¿Qué puedo hacer con sueños de esta naturaleza? No puedo más.

Faltaban pocos minutos para las cinco cuando desperté. Ya señora Juana andaba por la cocina disponiéndome el desayuno. Tía Pepa no salía aún de sus habitaciones. El «sur» soplaba furioso, y la campanita chillona de San Francisco sonaba alegremente, llamando a misa. Me vestí el famoso traje de charro, cerré el ropero, y cuando me dirigía yo al comedor, la tía Pepilla me detuvo. Rorró....

Una mano ruda sujetó por un instante mi cabeza; un lienzo cubrió mis ojos; sentí mucha apretura en la garganta, y... desperté. El cuello de la camisa me estaba apretando de un modo extraordinario. No hice más que soltar el botón y quedé otra vez profundamente dormido. NOTES FOR "EL SUE

Abrevaron rápidamente los caballos, terminó su faena el conductor y, despidiéndome de Partenia, ocupé mi sitio en la diligencia. Quedé en seguida profundamente dormido para soñar que visitaba a Partenia e Ingomar, y que era agasajado con pastel a discreción, hasta que a la mañana siguiente me desperté en Sacramento.

Desperté muy agitado. Aunque estoy mejor, aún me dura la alteración nerviosa. No si llegaré á presentarme otra vez en la Segada. Quisiera tener fuerzas para huir de estos sitios. Síntomas graves. EL calor había alcanzado su grado máximo.

¡Eso es cierto! dijo Blanca con aire soñador. Pronto, y a sus expensas, supo el señor de Pavol, que si las mujeres hechas no valen nada, menos valen aún las jóvenes, pues pisotean sin pestañear las ideas de sus padres y sus tíos. El lunes, me levanté lo más contenta. Había soñado esa noche con Pablo de Couprat, y me desperté lanzando un grito de alegría.

Recado de la señora del hotel. Paseo á pié. Extravagancias de una cosa que en Paris se llama gusto civilizado. Sueldo francés. Calcetines. Sortija. Chaleco. Pipa. Sombrero de paja. Programa. Rótulos. Cocina francesa. Fin del dia. Me desperté á las siete de la mañana, sentí un grande amargor de boca, y no pude menos de atribuirlo al restaurant Champeaux.

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