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Actualizado: 3 de junio de 2025


13 Yo lo desperté en justicia, y todos sus caminos enderezaré. El edificará mi ciudad, y soltará mis cautivos no por precio, ni por dones, dice el SE

Ya se ve, la agitación de ayer, la mala noche, porque a las tres de la mañana desperté creyendo que era la hora, y no volví a dormir». Hubo en la mesa un coro compasivo. Todos dirigían al pobre jaquecoso miradas de lástima y algunos le proponían remedios extravagantes. «Es mal de familia observó Nicolás , y con nada se quita.

Ya no necesitaba vagar en torno de la estatua de Ifigenia, pues yo también iba a desempeñar el papel augusto y sublime de la sacerdotisa. Este piadoso pensamiento hizo caer la agitación de mi alma, y con él me dormí. Cuando me desperté esa primera mañana, me sentí satisfecha, casi feliz. En reinaba una paz casi religiosa que no conocía ya, desde hacía un número infinito de años.

; desperté al pie de mi cama, y la voz de Castro en el pasillo insultándome por haber cortado su sueño con mis gritos. No ría usted, profesor. Es muy triste soñar esas grandezas, como si uno las estuviese tocando, y verse hoy tan pobre como ayer, tan pobre como siempre, y además con una mala suerte tenaz. La pobreza y la mala suerte de Spadoni hicieron protestar á Novoa.

A eso de las siete, empezaron a prolongarse los desvanecimientos, luego pareció como que quisiera descansar; yo me acosté para aprovechar algunos momentos de reposo, que bien lo necesitaba después de tan continuos desvelos; a los pocos minutos me desperté al ruido de una violenta tempestad; corrí a escuchar junto a la puerta de la alcoba, no atreviéndome a abrir, por miedo de turbar el sueño a Susana; feliciteme de que la tempestad no la hubiese despertado; a las cuatro de la madrugada volví a escuchar otra vez; el mismo silencio e igual tranquilidad; hice entonces un poco de ruido para que alguien notara mi presencia y me preguntaran alguna cosa; así sucedió en efecto; una de las sirvientas se acercó a diciéndome: «Susana ha pasado la noche con la mayor tranquilidad, en este momento descansa y no necesita nada...» ¡Ah! triste de : ¡efectivamente que descansaba y no necesitaba de cuidados!

Y con este pensamiento confortante, el sueño tranquilo de los justos acudió de nuevo a mis sienes, y no me desperté hasta las nueve de la mañana. Vestime con premura y salí a la calle sin saber adónde iba, pero con la resolución incontrastable de ir a alguna parte. Por lo pronto, los pies me llevaron a casa del conde del Padul. El señor conde y la señorita vienen pasado mañana.

Cuando la severidad estoica de Kant inspira, simbolizando el espíritu de su ética, las austeras palabras: «Dormía y soñé que la vida era belleza; desperté, y advertí que ella es deber», desconoce que, si el deber es la realidad suprema, en ella puede hallar realidad el objeto de su sueño, porque la conciencia del deber le dará, con la visión clara de lo bueno, la complacencia de lo hermoso.

Y como sintió que tenía la cabeza par de la piedra, afirmó recio la mano y dióme una gran calabazada en el diablo del toro, que más de tres días me duró el dolor de la cornada, y díjome: "Necio, aprende; que el mozo del ciego un punto ha de saber más que el diablo." Y rió mucho la burla. Parescióme que en aquel instante desperté de la simpleza en que como niño dormido estaba.

Cuando desperté, entraba la luz en mi gabinete por el cuarterón que siempre dejaba entreabierto en la puerta de la solana. Me pareció que la luz era más alegre que la que me había saludado en idénticos casos durante la última quincena, o que estaría el sol ya muy arriba, lo cual no sería extraño por lo tarde que me había dormido por la noche.

Pasó el tiempo, pasó el tiempo y no venías. ¿Pero dónde está? preguntaba Catalina. ¿Qué yo? la decía. A la una de la mañana, viendo que no venías, yo me fuí a la cama. Estaba molido. Me dormí y me desperté muy tarde y me encontré con que la monja y Catalina se habían marchado y no habías venido.

Palabra del Dia

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