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El inocente animal, que sólo estaba herido en una pierna, corrió a esconderse en la maleza. Tal fué la indignación del magnate que, montando la escopeta, hizo fuego sobre el perro; mas éste, viendo la actitud agresiva del cazador, se había alejado rápidamente y no le tocó un solo perdigón. El Duque, encolerizado, furioso, le siguió para matarle, pero no logró darle alcance.

Sus amigos no podían con él; estaba furioso; poco faltaba para que insultase a los que le contradecían, y su numen paradójico se excitaba hasta un grado de inspiración que le hacía parecer un propagandista de la secta de los tembladores. El que mejor replicaba ¡parece increíble!, era Maxi, que se quedó en el café más tiempo del acostumbrado, retenido por el interés de la polémica.

Un nuevo personaje se mezcló en esta escena violenta. Era el señor Antonio el Morenito, apiadado de los lamentos de aquellas gentes y furioso de la dureza de los alemanes. ¡Por vía e Dió! Esto es pior que la Inquisisión... Y esto quien lo arregla e un servior, aunque er buque se vaya a pique.

En cuanto se sintió bastante fuerte para salir a la huerta, se atrevió a decir a Frígilis lo que la atormentaba tiempo atrás. Yo... quisiera salir de esta casa.... Esta casa... en rigor... no es mía.... Es de los herederos de Víctor, de su hermana doña Paquita, que tiene hijos... y.... Frígilis se puso furioso. ¡Cómo se entiende! Todo lo había arreglado él ya.

Digo que oyeron que daban unos golpes a compás, con un cierto crujir de hierros y cadenas, que, acompañados del furioso estruendo del agua, que pusieran pavor a cualquier otro corazón que no fuera el de don Quijote.

Es bien que se entienda que ni por partirse á la hora que vino Copones, ni mucho antes ni después, nuestras galeras dejaban de topar los enemigos, porque las llevaban por proa; y si habían de pasar sin ser vistas por aquel camino que determinaron y no por el Canal de los Querquenes, había de ser de noche, como partieron, y según paresce, por un griego levante que se levantó algo furioso, me paresce que dieron fondo aquella noche y estuvieron surtas dos ó tres horas entre el armada turquesca y tierra, de manera que no se excusaba la destinada pérdida, y fuera mayor, porque al amanescer se hallara más cerca de los enemigos, para no poderse escapar las que vinieron á Sicilia, y más lejos del fuerte, para salvarse por entonces las que vinieron á él.

¡Buenas noches! dijo el intendente mirando con fijeza al aya. Esta mirada singular no le pasó inadvertida a Marta y le heló la sangre, porque creyó leer en sus ojos que le había acometido un ímpetu furioso de correr tras ella y recuperar el documento.

El joven sacerdote de Abydos la codiciaba tambien, y urdió un motin valiéndose de mi nombre y merced á unos papiros míos que sonsacó á mi amada. El motin estalló en el momento en que Cambyses volvía furioso de los desastres de su desgraciada campaña.

¡Vamos p ! dijo Sandoval furioso por la interrupcion y perdiendo el hilo de su periodo; mientras no sepamos nada malo, no seamos pesimistas, no seamos injustos sospechando de la libertad é independencia del gobierno...

Gracias por la comparación, amable primita; y ¡adiós para siempre! ¡La del humo! respondió Rita sin volver la cara. Rafael se levantó furioso. ¿Qué tenéis, Rafael? le preguntó en tono lánguido una joven, al pasar delante de ella. Esta nueva interlocutora acababa de llegar de Madrid, adonde un pleito de consideración había exigido la presencia de su padre.