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Los tiempos eran de sacrificio. ¿No se arrancaban los hombres de todas las comodidades de una existencia sensual para seguir la ruda carrera del soldado?... Ella sería un soldado con faldas, mirando de frente el dolor, batallando con él, hundiendo sus manos en la putrefacción de la materia descompuesta, penetrando como una sonrisa de luz en los lugares donde gemían los soldados esperando la llegada de la muerte.

La Dama de las Sombras coquetea con los siete Mancebos del Pecado, que, por sus ojos verdes, andan a estocadas en las desiertas callejuelas. Pero ella me prefiere a , pobre poeta nocturno y lunático, y me da su boca amarga y sus senos magníficos de dogaresa artista, sensual y dramática.

Y tanto llegó a dominarla el imperioso amante, tal embriaguez produjo en su naturaleza sensual aquel primer amor, que obedeciendo a Salvatti, se fugó con él al terminar la temporada, abandonando a su padre. Este era el hecho más terrible de su vida. Ella, tan valerosa con el pasado, que no se arrepentía de nada, parpadeaba conteniendo las lágrimas al recordar tal locura.

Mientras decía esto, iba saludando a los circunstantes con semblante furioso. Pero como todos sabían a qué atenerse, reían. Era una mujer metida en carnes, los cabellos artificialmente rubios, los ojos un poco saltones, pero hermosos, la boca fresca y sensual; una mujer agradable, en suma, que había tenido y que seguía teniendo, a pesar de sus años, muchos apasionados.

Para Raimundo, esa inclinación tímida y anhelante del adolescente llena de zozobras y melancolías, se fundió con el amor de la edad viril, apetitoso y sensual. ¿Qué extraño, pues, que absorbiera toda la energía de su ser, toda su inteligencia y todos sus sentidos? Desde aquella noche memorable no volvió a pensar más que en Clementina.

Sentía un placer inmenso, un deleite casi sensual, en sumergir la mirada en aquel aire transparente y límpido; me acometían vagos anhelos, ansias indefinibles que me producían una especie de desvanecimiento. Por un instante, se me borró hasta la noción de la existencia, hasta el pensamiento de Gloria, que tenía a cuatro pasos de distancia.

Ambos caballeros se despojaron de las largas capas y de los sombreros de ala plana. El cronista se finge el rostro pálido, demacrado de Espronceda, con los ojos ardiendo en la fiebre de su constante delirio sensual, iluminado por la luna. Tal vez llevara dentro su cerebro un rayo lunático y visionario, quien pasó por la tierra enamorado líricamente de la pálida Prometida.

Decian el avariento y el logrero: No hay duda de que roba este hombre las provincias; afeaba sus rarezas el extravagante; decia el sensual que solo con sus gustos tenia cuenta; y esperaban las mugeres que en breve le sustituiria otro ministro mas mozo. Oía Babuco todas estas razones, y no pudo ménos de decir: ¡Qué hombre tan dichoso es este!

De tal modo le sonrió este deseo que aquella misma tarde comenzó á ponerlo en obra, acompañando á la maga en el Perejil y por la noche en la plaza de Mina. Aunque imperfecta y abultada de facciones era María mujer de mucho atractivo y poseía una gracia picante y sensual que á no pocos había seducido.

El estado de su alma; su voluntarioso amor por Quevedo; la manera cómo pensando en seducirle, en deslumbrarle, se había ataviado, todo lo cual la hacía resplandeciente, y luego el carácter particular de aquella aventura, en que una mujer enamorada lo arrostraba todo, la deshonra, y acaso la muerte, por el amor de un hombre, daban á la condesa un poderío terrible, tratándose de un hombre tan sensual y tan espiritual á un tiempo como Quevedo, que se sentía halagado por completo en los sentidos, en el alma y en el orgullo por aquella mujer, toda hermosura, toda alma, toda voluptuosidad, toda deseo, para él y sólo por él.