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«Con tal pensó Loppi que la maga me quiera hacer este favor.» Y al otro día a la mañanita fue al charco, y se puso a dar voces: /P «Camaroncito duro, Sácame del apuro.» P/ y el agua se movió, y salió una boca negra, y luego otra boca, y luego la cabeza, con dos ojos grandes que resplandecían. ¿Qué quiere el leñador? Para , nada; nada para , camaroncito: ¿qué he de querer yo?

No han incorporado a las adquisiciones de la ciencia una sola ley general, un solo principio; pero la han hecho maga por las maravillas de sus aplicaciones, la han agigantado en los dominios de la utilidad, y han dado al mundo en la caldera de vapor y en la dínamo eléctrica, billones de esclavos invisibles que centuplican, para servir al Aladino humano, el poder de la lámpara maravillosa.

El majo mostraba una alegría miedosa, donde se percibía, no obstante, alguna afectación, un dejo de inquietud y tristeza que por momentos lo hacía enmudecer y le arrugaba la frente. Al salir de una de estas breves pausas, dijo á su compañera con sonrisa melancólica: María, ¿te acuerdas de aquel rey de copas que anunciaba mi matrimonio con Soledad? La maga quedó turbada sin saber qué contestar.

Soy tu reina, Loppi, y vas a ver a la maga, o mando que te corten la cabeza. Voy, mi reina, voy. Y se echó al brazo el manto de armiño, y salió corriendo por aquellos jardines, con su sombrero de plumas.

Ella se decidió bien pronto, y cuando ya estaba dispuesta á ir al antro de la bruja, informóla otra amiga, que también era mulata, que con que enviase á la maga una trenza de la camisa, ella se la volvería luego con tal virtud adobada, que, practicando puntualmente lo que le fuese ordenado, ya estaría entrando por las puertas el infiel marido.

Quiero gobernar a hombres libres. Ve a ver a la maga por última vez. Ve: dile lo que quiero. Pero ¿qué quieres entonces, infeliz? ¿Quieres reinar en el cielo donde están los soles y las estrellas, y ser dueña del mundo? Que vayas te digo, y le digas a la maga que quiero reinar en el cielo, y ser dueña del mundo. Que no voy, te digo, a pedirle a la maga semejante locura.

Si ahora sufría aquel insulto, ¡Dios sabe adónde llegarían los vuelos de la niñaEl majo los escuchaba, pintada la angustia en su semblante. Al fin exclamó con desesperación, mesándose los cabellos: ¡Tenéis razón! Soy un calzonazos, un sinvergüenza. Pero no puedo... ¡no puedo! ¡Esa mujer me ha cogido la acción! La maga.

Masicas es una gran persona, que lo lleva a uno por la nariz, y uno se deja llevar: Masicas me vuelve del revés, y me saca todo lo que tengo en el corazón: Masicas sabe mucho. Pues mira, leñador, que yo no soy camarón como parezco, sino una maga de mucho poder, y si me oyes, tu mujer se contentará, y si no me oyes, toda la vida te has de arrepentir.

La maga es muy buena.»Y Loppi se echó a llorar de alegría. Vivía Masicas con todo el lujo de su señorío. Los barones y las baronesas se disputaban el honor de visitarla: el gobernador no daba orden sin saber si le parecía bien: no había en todo el país quien tuviera un castillo más opulento, ni coches con más oro, ni caballos más finos.

Loppi, dile a la maga que esto no puede ser.»Y lloraba Masicas, y se secaba los ojos colorados con su pañuelo de encaje: «Dile, Loppi, a la maga que me un castillo hermoso, y no le pediré nada más.» ¡Masicas, estás loca! Tira de la cuerda y se reventará. Conténtate, mujer, con lo que tienes, que si no, la maga te castigará por ambiciosa.