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Actualizado: 4 de junio de 2025
¿Y qué quiere ahora ser la mujer del leñador? ¡Ay, señora maga!: reina quiere ser. ¿Reina no más? Me salvaste la vida, y tu mujer tendrá lo que desea. ¡Salud, marido de la reina! Y cuando Loppi volvió a su casa, el castillo era un palacio, y Masica tenía puesta la corona.
Pepita había dejado en la casería la larga falda de montar, y caminaba con un vestido corto que no estorbaba la graciosa ligereza de sus movimientos. Sobre la cabeza llevaba un sombrerillo andaluz, colocado con gracia. En la mano el látigo, que se me antojó como varita de virtudes, con que pudiera hechizarme aquella maga. No temo repetir aquí los elogios de su belleza.
La heredera de los Algalias dormitaba en su cama de batistas y encajes como una maga recostada sobre una nube. Tenía desnudo, fuera de las ropas, un brazo, ceñida aún la muñeca por la pulsera lisa de oro mate, y en el otro, puesto sobre la almohada, apoyaba la cabeza, embelesada por ensueños formados con reminiscencias de la víspera.
Dejó que se aproximara, y cuando ya estaba cerca de la puerta de Pepe, salió de pronto de la oscuridad y se le plantó delante. Buenas noches, Antoñico. El amante de la maga dió un salto atrás y echó una ansiosa mirada á los lados, sin duda con intención de huir.
Pero mi mujer está triste, señora maga, porque se ve tan mal vestida, y quiere que su señoría me dé poder para tenerla con traje de señora. El camarón se echó a reír, y estuvo riendo un rato, y luego dijo a Loppi: «Vuélvete a casa, leñador, que tu mujer tendrá lo que desea.»
La naturaleza tiene en cada hora sus encantos distintos, porque en cada una tiene sus misterios de vida y amor, según el modo como la acaricia esa maga divina que se llama la Luz. Así, nosotros teníamos avidez de admirar, tanto en las últimas horas de la tarde como en las primeras de la mañana.
Una vez franqueado aquel desfiladero, cuyo ataque venía preparando, hacía una semana, con habilidad consumada, no veía ante ella obstáculo alguno. Mauricio, caído en su poder, gracias á la maga que lo había encantado, estaba separado de Roussel y la empresa de odio emprendida hacía veinte años recibía su complemento.
De tal modo le sonrió este deseo que aquella misma tarde comenzó á ponerlo en obra, acompañando á la maga en el Perejil y por la noche en la plaza de Mina. Aunque imperfecta y abultada de facciones era María mujer de mucho atractivo y poseía una gracia picante y sensual que á no pocos había seducido.
Entro en su casa, a pesar mío, como evocado por un conjuro; y, no bien entro en su casa, caigo bajo el poder de su encanto; veo claramente que estoy dominado por una maga, cuya fascinación es ineluctable.
Su meditación de religioso se quebrantaba con sus cavilaciones de hombre, y si la enérgica voluntad o el temor al peligro traían la oración a sus labios, entre los severos pensamientos del sagrado rezo se deslizaba un nombre de mujer, penetrando su imagen alegre y bulliciosa entre las austeras reflexiones, como entraría una maga en un coro de monjes.
Palabra del Dia
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