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Concluya. ¿Para qué? Es una zoncera. No importa; concluya. Ella se echó a reir: ¿Para qué? En fin...¿no supondrá que no era al parecer? Es un insulto gratuito le respondí. Yo fuí el primero en constatar la exactitud de la cosa, cuando yo era su amor... al parecer. ¡Y dale!... murmuró.

Se detuvo, y aproximándose otra vez a murmuró dulcemente: ¡Vuelve pronto, Rodolfo! Su voz, su acento, me dominaron. ¡Juro exclame, verte una vez más, pero yo mismo, antes de morir! ¿ mismo? ¿Qué quieres decir? preguntó fijando en mi sus asombrados ojos. No me atreví a pedirle perdón; le hubiera parecido un insulto. No podía decirle entonces quién era yo.

Lope de Vega, el más furibundo, el más brutal, el más enorme de todos los modernistas, puesto que rompe con una abrumadora tradición clásica, será, sin duda, aplaudido por los viejos cuando se representa una obra suya, ¡una obra que es un insulto a Aristóteles, a Vida, a López Pinciano y a la multitud de gentes que creían en ellos, es decir, a los viejos de aquel entonces!

Es el privilegio de cometer toda clase de descortesías, sin que caiga sobre el que las comete el apodo de descortés. Si no supiera que aquí se acata como una fórmula social, lo tomaria á insulto. Pero aún es más original y curioso el otro carácter de que hablé: ¡merci! Entro á comprar un bollo que vale un sueldo. Saludo á la persona que despacha, y oigo merci. Echo mano al bolsillo, y oigo merci.

Tenía Currita puesta la celada de Bayardo sobre su fama de mujer a la moda, y esto iba a pegarle en la cimera, a herir directamente su honor, significando, como significa en sustancia, que era ella una Jimena sin ningún Cid que la defendiese; atroz insulto, ofensa imperdonable hecha a una dama que sobrepujaba en celebridad a cuantos toreros, cantantes, saltimbanquis, pulgas industriosas y monos sabios habían hasta entonces alcanzado fama en la corte.

Así es la suerte de los hombres tambien. Si el toro sale de ley se le respeta, se le trata con dignidad, porque no se apela al insulto supremo de las banderillas. Se le ataca, se le capea en regla, y se le da muerte en singular combate, á manos del primer espada, como á un caballero de los tiempos heróicos.

Después de este insulto supremo se sintió más ágil, y empezó á bajar unos peldaños, hasta dar con la cocina. Aquí admiró más que en los salones el bienestar de su nieta. ¡Qué abundancia! ¡Qué de cacerolas brillantes como astros!... La cocinera le hizo los honores de sus dominios, colocando sobre la mesa una botella y dos vasos. La bebieron entera, hablando de sus penas.

Por virtud de esta funesta ocurrencia, lo que era una frase incisiva y bien meditada, se convirtió en grosero y feroz insulto.

Un día recibió la visita de un cura viejo y de aspecto tímido; el mismo que ahora iba sentado junto a él en el coche. Era el confesor de su mujer. ¡Bien había sabido escogerlo! Un señor bondadoso, de cortos alcances. Cuando dijo quién le enviaba, Luis no pudo contenerse: «¡Valiente tal!», y soltó redondo el insulto.

¿Me dice usted eso como insulto? dijo rápidamente, poniéndose blanca su cara de súbita ira. Mabel, al ver su actitud amenazadora, de un salto se interpuso entre nosotros y me suplicó que conservara mi calma. Hay algunos hombres para quienes no pueden ser insulto las palabras, por duras que sean contesté violentándome, y usted es uno de ellos.