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22 y entrando la hija de Herodías, y danzando, y agradando a Herodes y a los que estaban con él a la mesa, el rey dijo a la muchacha: Pídeme lo que quisieres, que yo te lo daré. 23 Y le juró: Todo lo que me pidieres te daré, hasta la mitad de mi reino. 24 Y saliendo ella, dijo a su madre: ¿Qué pediré? Y ella dijo: La cabeza de Juan el Bautista.

Pues bien; el duque de Lerma os prendió, porque yo se lo pedí al duque de Lerma, y el duque os soltará, porque yo le pediré que os suelte. A seguida, , Cristóbal, irás á casa del señor Gabriel y me devolverás mi dinero. En seguida. ¡Oh! ¡qué alegría, madre! exclamó la Inesilla ; ¿ya no os harán nada? Nada, hija mía. ¡Ni nos ahorcarán! ¿Quién piensa en la horca?

Y ahora dijo Laura después de un silencio les pediré un favor, muy en serio. Quiero que delante de , ahora que todo está explicado, y para que no haya entre nosotros ninguna cosa ambigua, se den los dos un abrazo de reconciliación. Ambos quedaron inmóviles. Pero Laura insistió, suplicó, y al fin tendió hacia Julio su mano, voluntariosamente. Entonces él obedeció.

Es como si me traspasaran el corazón a puñaladas. Consolaos, Marta, eso no volverá a suceder jamás; si alguna vez Federico llega a aproximarse, pediré auxilio y escaparé al instante. Hasta me empeñaré en olvidarlo por completo. No, no; te equivocas, mi querida Elena; ése no es el motivo de mi melancolía respondió Marta.

Ha salido dijo doña Clara fijando su mirada tranquila y profunda en Quevedo ; ha salido á las ocho sin decirme á dónde iba... ¿Y no le habéis preguntado? Yo jamás pediré cuentas de nada á mi marido. Sois la perla de las mujeres. ¿Pero no ha indicado al menos?...

Prefiero tener un bastardo a quien besar todas las mañanas, que oír a un marqués que le llame a usted mamá. repuso Germana que el niño era de usted; pero usted lo dio. Ni usted puede reclamarlo ni menos yo entregárselo. Lo pediré ante los tribunales. Revelaré el misterio de su nacimiento. Nada arriesgo al presente: mi marido ha muerto, y ya no me matará. Perderá usted el pleito.

Así se lo juró a ella, de rodillas, como él había visto a los galanes en los teatros, allá por el mundo adelante. «Yo te pediré a tus padres y al cura mañana mismo. No dijo ella , ahora no». Y siguieron viéndose.

¡Qué ejemplo nos has dado de valor y de virtud, María! le dijo una. La joven alzó los hombros, en ademán de arrojar de la gloria que le echaban encima. ¡No dejes de pedir por nosotras! , pediré, querida... Nosotras añadió con un poco de énfasis tenemos la obligación de pedir por los que se quedan en el mundo. ¡Si supieras cómo lloraban los criados hace un momento!

Me lo ha enseñado un chico. ¿Qué estás diciendo, cafre? Que pediré limosna. Verás. No me sofoques... A un colegio, a un colegio. Ya me estoy durmiendo... Hasta mañana. ¿No rezas, herejote?». Mariano murmuró algo que no era fácil descifrar, y se durmió sosegadamente. Todavía quedaba en él algo de niño.

Así fueran todos como vos, padre, porque desde hace tres días todos me están haciendo daño. Tranquilizáos, que yo os protegeré contra todos. ¿Y mi mujer y mi hija? ¿Y el galopín Cosme Aldaba? ¿Y don Juan de Guzmán? dijo el cocinero recayendo en su pensamiento fijo. Ya hablaremos de eso. Sentáos aquí, junto al fuego, que hace frío, y si tenéis apetito pediré de almorzar.