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Sus claros y hermosos ojos revelaban también un candor casi infantil; su mirada era la del adolescente cuyo espíritu se había desarrollado hasta entonces lejos de las emociones, de las penas y de los combates del mundo. Sin embargo, las líneas de la boca y la pronunciada forma de la barba indicaban un carácter enérgico y resuelto.

No se dijera sino que la zapatería sólo tenía cubicación disponible para una persona de fuera. Cada recién llegado era el clavo que sacaba otro clavo. La dama exhalaba melindrosos resoplidos y se agitaba de aquí acullá con gentileza enteramente adolescente. Vista por la espalda, era una figurilla breve, fina y graciosa.

, la religión verdadera se parecía en definitiva a sus ensueños de adolescente, a sus visiones del monte de Loreto más que a la sosa y estúpida disciplina que la habían enseñado como piedad seria y verdadera. ¡Y cuántas más lecciones le había prometido el Magistral para otro día! ¡Cuántas cosas nuevas iba a saber y a sentir! ¡Y qué dicha tener un alma hermana, hermana mayor, a quien poder hablar de tales asuntos, los más interesantes, los más altos sin duda!

Poca cosa era el afecto de este adolescente, y sin embargo experimentó la dulce impresión del calenturiento al sentir la frescura del agua. Miró con cariño sus ojazos azules, su cara sonrosada cubierta por un vello rubio, y buscó en su memoria quién podía ser este mozo.

El gitano, ser salvaje dentro de la sociedad, es un prodigio de agudeza, un archivo de triquiñuelas jurídicas y un burlador hábil de la Policía. El vago adolescente, otra manera de salvaje, sabe más mundo y más Economía política que los doctores recién incubados en la Universidad.

Creía poder jugar con los hombres, despreciándoles. Así se lo había manifestado una noche á Robledo, mirando con lástima á sus solicitantes. Pero Ricardo era la juventud, la frescura varonil, el hombre adorado por el primer amor de una adolescente y que por esto mismo representa una tentación para la coqueta madura, ganosa de quitárselo á la otra mujer.

Esto esplica el por qué la misma fiebre que con solo acónito se puede curar en el adolescente y el adulto, se ha de ayudar su accion con belladona, manzanilla ó café, en el niño segun el grado de predominio nervioso, ó reemplazarle por la nuez vómica y el arsénico en los viejos.

El adolescente que por vez primera huella las aulas experimenta algo parecido a lo que sentía Amparo. Pudo tanto en ella este temor religioso, que apenas vio quién la recibía, ni quién la llevaba a su puesto en el taller. Casi temblaba al sentarse en la silla que le adjudicaron. En derredor suyo, las operarias alzaban la cabeza, ojos curiosos y benévolos se fijaban en la novicia.

Tenía necesidad de sentirme dichoso, y en eso se cifra el enigma de muchas cegueras menos explicables aún que la mía. Entre Magdalena casi mujer y el adolescente apenas emancipado que voy retratando, entre sus brillantes años y los míos, había mil obstáculos conocidos o desconocidos, patentes u ocultos, nacidos o por nacer. Sin embargo, yo me obstinaba en no ver ninguno.

II, «nuestra Península no solo era la nacion mas culta de toda Europa, sino la única provincia que conservaba todavia la cultura romana; la única que sabia las tres lenguas doctas, hebrea, griega y latina; la única que podia gloriarse de hombres verdaderamente sabios; la única que tenia seminarios, academias y bibliotecas... Aun con las bárbaras y sangrientas irrupciones de los Mahometanos, no se cerraron del todo nuestras escuelas y colegios, no se desampararon los estudios, no se abandonó el cuidado de recoger libros y formar bibliotecas, no se dió lugar á la supersticion y barbarie de los demas europeos... No sabian los Italianos medir un verso ni hablar bien en la lengua de sus padres, cuando resonaban las prosas y las poesías de nuestros Eulogios y Alvaros... Nuestras catedrales y monasterios renovaban los archivos y librerías quemados por los moros; nuestros obispos y abades mantenian seminarios de instruccion para clérigos y niños; nuestros eclesiásticos y doctores ejercitaban la pluma en tratados científicos y eruditosCabalmente son Cordobeses los dos sabios Alvaro y Eulogio citados por el crítico Masdeu, y ambos se formaron en la escuela de un ilustre abad, llamado Esperaindeo, que probablemente cursaba siendo adolescente las aulas de la iglesia cordobesa en los años últimos del reinado de Abde-r-rahman I. Decimos que probablemente estudiaria Esperaindeo en Córdoba, porqué de seguro no se sabe, si bien tampoco se contradice.