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Actualizado: 4 de junio de 2025


Ni esta inocencia es solamente de algunos á quien Dios Nuestro Señor mira con ojos más piadosos, y cuyas almas fortalece con mayor copia de bendiciones celestiales, sino que es común en todas las Reducciones, á lo menos en lo exterior, porque algunos de los regidores del pueblo tienen por oficio sindicar las costumbres de los demás, y cuando tal vez alguno, por sugestiones de la carne se rinde al vicio sensual, vistiéndole primero de penitente, le hacen confesar su culpa y pedir perdón á Dios en medio de la iglesia, de donde llevado á la plaza, le azotan ásperamente delante de todos.

Sus ojos azules, húmedos y sumisos, su color animado, su pelo castaño que se rizaba en conchas paralelas y caía en dos trenzas hasta más abajo del talle, embellecían mucho a la muchacha y disimulaban sus defectos, lo pomuloso de su cara, lo tozudo y bajo de su frente, lo sensual de su respingada y abierta nariz.

El cuadro era bueno y representaba a Su Majestad en gran uniforme, de medio cuerpo, con aire y bríos juveniles, nariz luenga, cabellos negros, ojazos llenos de relámpagos y aquella expresión sensual y poco simpática que caracterizó al Deseado Aborrecido. Tan trastornado estaba Carnicero, que le parecía ver por primera vez aquella figura en su gabinete, y retrocedió con cierto espanto.

Respirábase allí una atmósfera perfumada, sensual, que denunciaba los gustos refinados que la dama forastera había traído allá de otras tierras a la severa mansión de los Quiñones.

Brillaba, relucía la mirada del joven, fija en Dorotea; su semblante tenía esa dulce seriedad del sentimiento que sólo modifica á veces una indicación de sonrisa, sensual, característica, que parece decir á una mujer ó á un hombre: no vivo, no siento más que para ti.

Amor, abnegación, sacrificio; estos eran los móviles de mi cariño, nobilísimos sin duda, y que no han vuelto a conmover mi corazón. Después... he amado, he amado muchas veces, pero nunca, como entonces, me he sentido capaz de tamaños heroismos. ¡Romanticismo! ¡Locura! exclamarán muchos al leer estas páginas. ¡Idealismo! dirán los desengañados, los hijos de esta generación egoísta y sensual.

Mientras hablaba con la frescachona Sabel, la fantasía de un artista podía evocar los cuadros de tentaciones de San Antonio en que aparecen juntas una asquerosa hechicera y una mujer hermosa y sensual, con pezuña de cabra.

Bajo los rasgos de lápiz azulado con que se agrandaba los ojos brillaba perpetua humedad de lágrimas. ¿Qué habría en su alma? ¿Laxitud de pecadora cansada o nostalgia de castidad atropellada? ¿Marcela? Guapísima, juguetona, sensual, elegante, mimosa y zalamera hasta el punto de aparentar que se entregaba ilusionada; pero... la codicia en persona.

Palabra del Dia

rigoleto

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