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E hízolo el Terù, que con su gente Haciendo para aquesto llamamiento, Se fuè á Santa-Fé: mas de repente Volvió huyendo en busca de su asiento. Los mancebos pelean fuertemente, Los indios llevan de ello el escarmiento, Y viendo Yamandú que nada ha hecho, Con las cartas se va

Y entendido por el Inca la cantidad de mancebos é mozas solteras que habia en los tales pueblos é provincias, mandó á aquellos señores, sus tres buenos amigos, que luego se partiesen para los tales pueblos é provincias, é que llevasen consigo todos los caciques é señores que al presente allí eran con él, en presencia de los cuales, en cada pueblo é provincia que llegasen, casasen los mozos de una provincia con las mozas solteras de la otra, é las mozas solteras de la otra con los mancebos de la otra; é ansí fuesen haciendo por las tierras é subjeto de aquellos señores caciques que con él eran, para que creciesen é multiplicasen é tuviesen perpétua amistad, deudo y hermandad los unos con los otros.

Efectivamente, Octavio la veía todos los días, ya en la calle, ya en el balcón; pero con la superioridad desdeñosa que los mancebos muestran siempre á los niños, aumentada en este caso por sus aficiones romancescas y costumbres singulares, no había reparado en ella.

Uno de los mancebos más elegantes, que se había preparado en Madrid para cinco carreras especiales consecutivamente, sostenía la primacía de los maestros alemanes, asegurando que no había óperas como Roberto, Hugonotes y Profeta, ni música sinfónica que pudiera competir con la de Beethoven y Mozart.

Bernardo se distingue entre todos los mancebos en los ejercicios caballerescos, y en breve es el caballero de más fama por su valor y por su osadía. Alfonso, puesto en aprieto por los moros, pide ayuda al emperador Carlomagno, prometiéndole en premio concederle por su auxilio una parte de su reino.

Y, así como ella salió en público y su hermosura se vio al descubierto, no os sabré buenamente decir cuántos ricos mancebos, hidalgos y labradores han tomado el traje de Grisóstomo y la andan requebrando por esos campos. Uno de los cuales, como ya está dicho, fue nuestro difunto, del cual decían que la dejaba de querer, y la adoraba.

Con gran solicitud en su caballo Entre aquestos mancebos se señala En andar por las islas Caravallo, Y así por las espesura hiende y tala En medio de una selva, y Yanduballo Halló con Liropeya, su zagala: La bella Liropeya reposaba Y el bravo Yanduballo la guardaba.

Un órgano pequeño estaba colocado a la puerta de entrada de la nave, y pulsado por un vecino, iba a acompañar los coros de niños y de mancebos que allí se hallaban ya, esperando que comenzara el oficio. El altar mayor era sencillo y bello. Un poco más elevado que el pavimento, lo dividía de éste un barandal de cantería pintado de blanco.

Los añafiles y atabales, los albogues y tamboriles resonaban alegremente por la estancia: algunos mancebos ya habían dado muestras de su destreza ensayando los asaltos y bailes que tanto tenían de desenfado árabe, como de galantería castellana.

CAP. XIII. En que trata de cómo se juntaron, despues de un año pasado, los señores caciques, y cómo Inca Yupanqui hizo reparar los dos arroyos que por la ciudad del Cuzco pasan; y cómo casó los mancebos solteros que habia, y cómo dió órden en el proveimiento de comidas que en la ciudad del Cuzco eran necesarias y república dél.