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¿Qué le pasa a Quenoveva? le dije a Mary . La encuentro más pálida y triste que antes. Es que está algo enamorada. ¿De veras? . ¿Y de quién? De un chico marinero que no conocerás, que se llama Agapito. Y él no la hace mucho caso. ¿No? ¡Qué majadero! ¿Qué más puede desear ese imbécil? Si no le parece bien ...

Cuando observaba que iba adquiriendo aplomo le disparaba repentinamente alguna maliciosa insinuación que de nuevo lo atortolaba, lo dejaba confundido y ruborizado. Vamos, conde, a que cuando usted me vio dijo para dentro: «Amalia está enamorada de : no pudo resistir al deseo de venir a visitarme.» ¡Amalia, por Dios!... ¿Qué disparate está usted diciendo?... ¿Cómo me había de atrever...

Mire usted, Sanjurjo: la impresión que yo he sacado es que mi prima tiene celos, ¡unos celos que le comen el alma!..., y una mujer celosa es una mujer enamorada. Pero ¿ese Daniel...? No haga usted caso... Lo ha escogido como instrumento para dárselos a usted... Por lo demás, entre usted y él ninguna muchacha puede vacilar añadió sonriendo. Mil gracias.

Fermín era una prolongación de la Compañía que llegaba hasta ella. Sentía una amarga decepción de enamorada, al no poder pasar en la casa residencia del salón de visitas.

Aun con palabras mal empleadas revelaba pensamientos sanos. Un clásico hubiese dicho de ella que era hermosa como Diana, amante como Alcestes, compasiva como Antígona, y, sobre todo, enamorada como Cloe.

Me figuro que cede a la inocente e inconsciente retórica de un alma romántica enamorada de los bellos períodos y de las frases cadenciosas, y esto me produce una especie de impaciencia despechada que me hace responder con frialdad y casi en tono burlesco. Si crees que la amo menos, te engañas. Su presencia me produce siempre la misma turbación deliciosa, y su belleza me encanta.

Dios, alma mía, inspira admiración suma y fervor y entusiasmos y alegrías. Dios hace sonreir.... Dios hace gozar.... ¿Hace gozar? interrogó la muchacha, con ansiedad de antojo. Ya lo creo afirmaba la voz convicta y enamorada . Todo lo bello y santo de la vida, Dios nos lo da para disfrutarlo.... ¿No ves la noche, qué encantadora?... Pues es nuestra y de Dios....

Por fin, una noche, dando pasto a la murmuración, Cristeta y su tío salieron del teatro acompañados de don Juan: delante iba la pareja enamorada y detrás el estanquero. Nadie hubo en el teatro que no diera por cierta la caída y perdición de la Morteruelo; y, sin embargo, el diablo no tenía todavía motivo para regocijarse.

Más de una muchacha se va a morir de tristeza: Joaquinita por ejemplo, la de Alegre, está perdidamente enamorada de él; en cuanto lo veía pasar a caballo, envuelto en su capa gris, aquella muchacha no se podía dominar y salía a la puerta de calle para verlo. ¡Pobre joven! Y la de Vargas, Victorita, lo mismo; aquí lo encontró una noche y no le quitaba los ojos dijo don Narciso.

Yo me callé, pero cenando le hice beber más de lo justo, acariciándole, mostrándome con él más enamorada que nunca. Don Rodrigo se puso borracho y se durmió como un tronco. Entonces me levanté quedito, fuí á la ropilla, tomé la cartera, la abrí, y encontré en ella cartas de una mujer; de una mujer que firmaba «Margarita