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Una careta vieja de cartón o un trapo con agujeros para los ojos era lo único que distinguía a las máscaras en aquel mundo donde todos parecían igualmente disfrazados. En medio de las callejuelas, junto a las puertas y en el interior de los corrales, veíanse montones de papelillos de color mezclados con la basura.

Avila resplandecía en el oro húmedo y blanquecino de la mañana, como una pequeña Jerusalén. La religiosa emoción la henchía, la perfumaba. Las flores de los árboles, asomando por encima de las tapias, pendían sobre las callejuelas. Impaciente alegría parecía bajar de las campanas silenciosas y difundirse sobre todo el caserío.

Uno espera á cada momento que se concluya; espera salir á cielo raso; espera ver campos, árboles, montañas, llanuras; espera verse libre de aquella red que lo va circuyendo por todas partes, y vienen calles y más calles, callejuelas y más callejuelas, plazas y más plazas, y llega un instante en que nos sentimos fatigado el pecho, y cansada la respiracion.

Había partido temprano, pero se había retrasado en el camino. Su indolencia la disponía a creer que la nieve dejaría de caer si esperaba bajo un abrigo caliente. Se había detenido más tiempo del que pensaba, y ahora que la noche la había sorprendido en las largas callejuelas rugosas y cubiertas de nieve, ni siquiera el ardor de la venganza podía impedir que su coraje desmayara. Eran las siete.

Entre tanto un bulto negro se apoyaba en una de las rejas del piso bajo de la casa que habitaba María y que daba a una de las angostas callejuelas tan comunes en aquella ciudad. No era posible distinguir las facciones de aquel individuo, porque una mano oficiosa había apagado de antemano los faroles que alumbraban la calle. Capítulo XXIII

A mediodía, Febrer, aburrido de sus paseos sin objeto por la Marina y las empinadas callejuelas de la antigua Real Fuerza, entró en una pequeña fonda, la única de la ciudad, situada junto al puerto. Allí encontró los huéspedes de siempre. En el vestíbulo, unos cuantos mozos vestidos de payeses, con gorra de cuartel: soldados de la guarnición que servían de asistentes.

Hacía su tocado en la forma sumaria que conocemos ya; correteaba por plazas, caminos y callejuelas; se metía con las señoritas que llevaban alguna moda desusada, remiraba escaparates, curioseaba ventaneros amoríos, y se acostaba rendida y sin un pensamiento malo. Ahora... ¿quién le dijo a ella que el aseo y compostura que gastaba no eran suficientes? ¡Vaya usted a saber!

Al principio ... te diré... replicó el Delfín buscando las callejuelas de una explicación algo enojosa . Pero más que por la deshonra se enfurecía por la fuga. Ella quería tener en su casa a la pobre muchacha, que era su machacante. Esta gente del pueblo es atroz. ¡Qué moral tan extraña la suya!, mejor dicho, no tiene ni pizca de moral.

Siguió apretando el gatillo, y los tiros hicieron desaparecer á aquellos facinerosos, unos corriendo, otros balanceándose dolorosamente, mientras de las callejuelas cercanas empezaba á salir gente. Mina se arrodilló junto á su marido. ¡Oh, Lionel! ¡Mi rey!... ¿Te han matado? Cuando, semanas después, pudieron salir de Marsella, la vida conyugal era otra.

Renazcan las antiguas virtudes severas, la mesa parva, la rica devoción, y que la mengua de las vestiduras nos haga llegar mejor a las carnes la saludable franqueza del viento. Había terminado y escupió varias veces. Entraron en la ciudad por la Puerta del Adaja. Las callejuelas estaban llenas de penumbra plomiza y temblorosa.