United States or Montenegro ? Vote for the TOP Country of the Week !


El segundo que reina es Cristo, y con él la compasión y también el amor; pero un amor mezclado, con mortificaciones, penitencias, ayunos, lágrimas, vigilias y hasta azotes, de todo lo cual el Sr. Gener gusta poco o nada. Pero afortunadamente, y para que el Sr. Gener quede complacido, el tercer reinado va pronto a empezar cuando menos nos percatemos de ello.

Y en el fondo de su corazón nació un gran respeto a par que una inmensa gratitud hacia aquella piadosa mujer, que le libertaba de las garras del demonio. Escuchó con atención el prolijo relato de sus visiones, y armado de santa emulación emprendió de nuevo con más ardor, si no con más fe, el camino de las mortificaciones, que había abandonado mientras gimió en la servidumbre de la duda.

Para mi padre, fui seguramente una boca más que alimentar, para mi madre, una preocupación que se sumaba a las ocho iguales que ya tenía, y para los perros de la casa y para los pajaritos del monte que nos rodeaba, una promesa segura de cascotazos y mortificaciones que comenzaría a cumplirse dentro de los tres años de la fecha y duraría hasta que los vientos de la vida me arrebataran, como a todos los congregados por la casualidad bajo aquel techo hospitalario.

Mi extraña conversión y el refinamiento vicioso de quien, sin caer en ello, era aún enamorada pecadora, me inducían a deleitarme con aquellas visitas, a aliñarlas con el sabor picante de un falso misticismo y con las mortificaciones y castigos que yo imponía a mi cuerpo, y a saborearlas regalándome y alimentándome con la dulzura de ellas, como si usía fuese mi Dios y no el que está en el cielo.

Las mortificaciones, el ayuno, la oración, la penitencia serán las armas de que me revista para combatir y vencer con el auxilio divino. No era sueño, no era locura; era realidad. Ella me mira a veces con la ardiente mirada de que ya he hablado a Vd. Sus ojos están dotados de una atracción magnética inexplicable. Me atrae, me seduce, y se fijan en ella los míos.

Una lámpara de siete mecheros, puesta sobre un trípode o candelabro de bronce, ilumina la estancia. Puertas al fondo y a los lados. PROCLO, de edad de cincuenta años, seco, escuálido, consumido por vigilias, ayunos, estudios y mortificaciones, aparece sentado en un sitial. Su discípulo, MARINO, está de pié, junto a él. MARINO. ¡Maestro! ¿Estás decidido a recibir esta noche? PROCLO. Lo estoy.

Para Molínez no encontraba calificativo bastante duro: era un miserable vulgar, que sintiendo inclinación hacia una mujer la dejó en cuanto supo que era pobre, dándole por rival a su misma prima, prolongando luego una situación en que la infeliz había de sufrir doblemente con mortificaciones de amor propio y... acaso, acaso con dolorosísimos celos.

Y tan adentro me llegaron las mortificaciones, que poniendo mis cinco sentidos en el negocio aquel, conseguí pronto, ya que no la destreza de mis acompañantes, portarme de tal manera, que no fueran «enmendables» por ninguno de ellos los tiros que yo desaprovechara.

Hallábame en una cama, de cuyo durísimo colchón daban fe las mortificaciones de mis huesos y la instintiva tendencia de mi cuerpo a arrojarse fuera de ella, mientras uno de mis brazos, fuertemente vendado, se negaba a prestarme apoyo, tan inmóvil y rígido como si no me perteneciera.

De la compañía de las mujeres había huido como por instinto, desde pequeño; pero a los veinte años, muerta su madre, dueño de una inmensa fortuna, salió de un golpe, con transformación repentina, de la vida solitaria del campo, donde alternaba los violentos ejercicios con las mortificaciones del estudio, para entregarse fría y casi estudiosamente a los elegantes y malsanos placeres de la gran ciudad.