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¡Mal lo pasaría Herrera Goya en el Santo Oficio! exclamé, al terminar la lectura del documento. No compareció, dijo Antonio. El día en que recibió este edicto, murió. ¡Cómo! ¿De qué manera? Yo creo que murió de viejo, tenía ochenta años, o del susto de hallarse en tan apurado trance; aunque te diré, puesto que todo quieres saberlo, que hay quien dice que su muerte fué trágica.

Ya veo que el de usted no necesita remolque. No, gracias á Dios, que me da más de lo que merezco. Ochenta años; no haber hecho mal á nadie en una vida tan larga; haber corrido tantos temporales, y venir á morir en mi cama, como buen cristiano y al lado de un amigo, ¿no fuera cubicia y desvergüenza pedir más, retiña?

El mantenimiento de las islas Marianas cuesta al Erario doscientas mil ochenta y nueve pesetas, que son distribuídas entre personal y material, servicio de las dos expediciones del correo entre Manila y aquellas islas y demás atenciones.

Entre los ingresos y los gastos hay una diferencia de ciento ochenta y tres mil ochenta y nueve pesetas, déficit que, á nuestro juicio, se podría, si no hacerlo desaparecer por completo, nivelando las atenciones con los ingresos, reducirlo considerablemente.

Es ya muy viejo, pero conserva perfectamente expedito el uso de todas sus facultades, a pesar de sus ochenta y cuatro años, lo cual se atribuye a su gran sobriedad; dice que jamás ha bebido vino. Esto me ha confirmado en el propósito que yo tengo hecho de no beberlo nunca.

Partió al punto el P. Juan Patricio con los dos compañeros y cien indios del pueblo de San Rafael por el mes de Octubre de aquel año, para ver si aquel río, junto al cual el P. Francisco Hervás había levantado la cruz, era el Paraguay; pero á tres jornadas de camino halló que se perdía en aquel que parecía río en unos palmares, sin saber dónde era su término; con todo eso pasó ochenta leguas más adelante para reconocer dónde estaba la cruz; pero llegando allí vió que no era este el río Paraguay ni ramo suyo, sino un gran lago que en el tiempo de las lluvias se extendía por aquellos valles.

Finalmente, en 1696 se contaban ya, en la nacion de Moxos, segun el decir del Padre Eguiluz, diez y nueve mil setecientos ochenta y nueve indios cristianos.

Ochenta y cinco individuos subidos de color hombres y mujeres , que vivían en la estancia largos años como puesteros y arrendatarios, recibían la última munificencia paternal del viejo.

Liquidada ademas la cuenta de las limosnas recogidas en virtud de la Bula de la absolucion de casos reservados, dejó al cabildo una libranza de un millon ciento veintisiete mil y ochenta y ocho maravedís en que resultaba alcanzado, para que los cobrase de sus rentas la Fábrica de la catedral. Aunque la capilla mayor se habia techado, no estaba concluida.

1 Y fue en el año cuatrocientos ochenta después que los hijos de Israel salieron de Egipto, en el cuarto año del principio del reino de Salomón sobre Israel, en el mes de Zif, que es el mes segundo, que él comenzó a edificar la Casa del SE