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Yo te conozco, Ester; pues veo la señal que te distingue entre todas las demás. Todos podemos verla á la luz del sol; pero en las tinieblas brilla como una llama rojiza. la llevas á la faz del mundo; de modo que no hay necesidad de preguntarte nada acerca de este asunto. ¡Pero este ministro!... ¡Déjame decírtelo al oído!

Noche tras noche nos seguimos viendo, pero yo firmemente rehusaba casarme con él, hasta que, en una de ellas, se dio a conocer bajo su verdadera faz, diciéndome, con gran espanto mío, que él estaba bien al tanto de la historia de la vida de mi padre, y después hizo alusión a la existencia de un hecho deshonroso en que, según él, había tomado parte.

Apolonio había elegido para la dispepsia. Hubiera preferido una mancha sanguinolenta en la faz, como la hermana Lucidia; por eso ama y reverencia a la monja. Pero la dispepsia le basta para sus intenciones, que son ofrecer palpable contraste y parangón con Belarmino.

Hay pruebas irrecusables de que jamás en ningún tiempo había reflejado la histórica superficie de aquel espejo la faz de la dama. También sabemos que aquella no era la primera vez que se miraba; que la noche anterior y el día anterior se había mirado también, observándose, sobre todo por la noche, con gusto y calma.

Unos tenían la faz prolongada y ósea, con grandes ojos bovinos y el gesto dulce y resignado: eran los hombres-bueyes deseosos de tenderse en el surco, para rumiar sin la más leve idea de protesta, con inmovilidad solemne.

El señor Cané, a pesar de su malhadado propósito de «marchar con paso igual y suelto», y de su afectado desdén por los estudios serios y concienzudos, llegando hasta decir: «Que nada, resiste en el día a la perseverante consulta de las enciclopedias», no ha podido resistir, sin embargo, al deseo o a la necesidad de ocuparse de la faz literaria de Colombia.

Al alzarse el velo para enjugarlas, Ojeda vio un triángulo de arrugas en las comisuras de sus ojos, un cerco de negrura cadavérica en torno de ellos. La nariz parecía más afilada, a boca más profunda: era una mujer distinta a la que media hora antes buscaba sus ropas a la luz de la chimenea. Diez años habían caído de golpe sobre su cabeza. Su faz parecía arañada por el cansancio y la pena.

4 Mas Joacaz oró a la faz del SE

Volvamos los ojos hacia otro lado, busquemos a otro ser, rebusquémosle, porque es tan chico que apenas se ve, es un insecto imperceptible, más pequeño sobre la faz del mundo que el philloxera en la breve extensión de la viña. Al fin le vemos; allí está, pequeño, mezquino, atomístico. Pero tiene alientos y logrará ser grande. Oíd su historia, que es de las más interesantes.... Pues señor....

Ya del Oriente en el confín profundo La luna aparta el nebuloso velo Y leve sienta, en el dormido mundo, Su casto pie con virginal recelo.... Absorta allí la inmensidad saluda, Su faz humilde al cielo levantada Y el hondo azul con elocuencia muda Orbes sin fin ofrece a su mirada.