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Una nube rojiza se extendía frente a la proa sobre el perfil negro de la costa. Debía ser el reflejo de una ciudad iluminada... ¡Montevideo! Y otra vez la inconstancia de la muchedumbre se puso de manifiesto con alabanzas al capitán por haber avanzado sin extravíos a pesar de la niebla. Abríanse grandes claros en el cielo al rasgarse la bruma.

La dudosa claridad que esparcen los carbones encendidos que arden en la chimenea, tiende á producir el efecto que he tratado de describir. Vierten una luz suave en toda la habitación, acompañada de una ligera tinta rojiza en las paredes y en el cielo raso, y de un débil reflejo del pulido barniz de los muebles.

Aquello era agradable de ver; pero lo que constituía el mayor consuelo para los hombres que formaban la partida era contemplar los magníficos cuartos de tocino, con sus dos caras, una blanca y otra rojiza, espetados en varetas de madera verde, que destilaban la grasa gota a gota sobre las brasas, e ir a llenar las jarras a un barrilillo de aguardiente, colocado en el carro de Catalina Lefèvre.

Catalina Lefèvre, que se hallaba más cerca, escuchaba con las cejas fruncidas; su cara huesuda, su nariz aguileña, los tres o cuatro rizos de cabellos grises que caían al azar sobre sus sienes descarnadas y sobre los pómulos de sus hundidas mejillas, la contracción de sus labios y la fijeza de su mirada, llamaron en primer término la atención del oficial; luego éste descubrió el rostro pálido y dulce de Luisa, detrás de la anciana; más allá, a Jerónimo, con su barba rojiza, cubierto con una túnica de estameña; al anciano Materne, apoyado en su carabina, y más lejos a todos los demás; por último, la elevada bóveda de piedra roja, cuyas masas ingentes, formadas de sílex y de granito, avanzaban por encima del precipicio con algunas zarzas marchitas en las hendeduras, servía de fondo.

Dejamos las gorras poco más o menos como los demás días, y cuando entró el master nos echamos en el suelo los tres, abrimos el boquete, pasamos primero los fardeles con las ropas y luego nosotros, como por una gatera, y salimos a cubierta. Cerramos el boquete. Hacía un frío terrible. La noche no estaba del todo obscura; había una vaga niebla rojiza.

Arriba, las oficinas estaban instaladas con mayor lujo: las paredes eran de un blanco charolado; brillaban las mesas y taquillas de madera rojiza, así como los lomos de cobre de los grandes libros de cuentas. Los verdes hilos de la luz y de los timbres corrían por las cornisas de una á otra pieza, y sobre las chimeneas funcionaban relojes eléctricos.

Los encapuchados desfilaban como puntiagudos insectos negros en la rojiza claridad de los hachones a ras del suelo, mientras la noche seguía amasada en lo alto.

Silas, agitado por el temor más grande que podía asaltarlo, se precipitó hacia afuera gritando: «¡Eppie!», y corrió rápidamente hacia el espacio sin cerco, explorando las cavidades secas en que hubiera podido caer e interrogando en seguida con los ojos asustados la superficie lisa y rojiza del agua. Gotas frías de sudor le mojaron la frente. ¿Cuánto tiempo haría que había salido?

La luz vacilante del hogar que se extinguía iluminaba únicamente con su rojiza claridad el interior de aquel chamizo; y destacándose en el fondo la cabeza disforme del idiota que dormitaba agazapado en un rincón, resultaba verdaderamente espantosa. De Ivona no se veía más que su manta negra y sus largos cabellos grises; en el exterior mugía la tempestad.

El segundo grupo, colocado en el centro y sobre un ligero promontorio de greda rojiza, está de la otra parte del rio, y encierra la casa consistorial, la iglesia parroquial y el convento de los franciscanos, cuya fachada que mira al este, da sobre una plaza en la que los lados norte y sud se componen de varios edificios, y la parte del este, frontera al convento, de una serie de casas habitadas por los indígenas: estas casas, cada una de las cuales tiene una sola puerta y como de quince á veinte varas de largo, se hallan colocadas sobre la colina en forma de anfiteatro, de suerte que desde el convento se descubre todo cuanto pasa en el interior de ellas.