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Al inexorable mandato acudió inquieto y receloso Pierrepont, porque bien, le decía su claro instinto que su tía iba a ponerlo, sin escape alguno, entre la espada y la pared. ¡Amigo mío! rompió la baronesa con aire de triunfo , me parece de más preguntarte si te has decidido.

Mi padre dijo, ahuecando la voz: ¡Oh! ¡Hermosos sentimientos!... Habría que preguntarte, sin embargo, si la fidelidad a tu palabra debía poder más que el respeto a la verdad. Me lo he preguntado con angustia, papá... Y, en la duda de lo que debía hacer, he tomado el partido que más trabajo me costaba. He temido que el decir la verdad estuviese demasiado conforme con mis... deseos.

, muy extremoso replicó Butrón , pero también muy atolondrado. ¿A que no te pone señas ningunas?... No, ningunas... Pues ya ves, a tampoco me las ha dejado, y me precisa enviarle ciertas instrucciones que después de su marcha he recibido... Por eso venía a preguntarte esta noche si sabías dónde paraba.

Era un gorro de terciopelo negro, alto y vueludo, que le tapó las orejas. Cuando se miró en el espejillo que colgaba sobre la cómoda, hacía una figura tan lúgubre y extraña, tan semejante a la de un amortajado, que sintió miedo. Siéntate ahora en ese sillón. No estoy cansado. Siéntate, digo, y responde a lo que voy a preguntarte. ¿Me contestarás con toda franqueza? , señor.

Hízolo así Sancho y apartáronse los dos algo adelante, y díjole don Quijote: -Después que veniste, no he tenido lugar ni espacio para preguntarte muchas cosas de particularidad acerca de la embajada que llevaste y de la respuesta que trujiste; y ahora, pues la fortuna nos ha concedido tiempo y lugar, no me niegues la ventura que puedes darme con tan buenas nuevas. -Pregunte vuestra merced lo que quisiere -respondió Sancho-, que a todo daré tan buena salida como tuve la entrada.

El tratamiento, la burla que envolvía la pregunta y la presencia de las jóvenes, sobre todo, hirieron de tal modo á Soledad, que permaneció clavada al suelo sin acertar á responder. Vencida al cabo, en parte, su confusión por un supremo esfuerzo, dijo con voz apagada: Vengo á preguntarte si quieres que nos vayamos... Pronto serán las cinco... Usted se puede ir cuando guste.

Y además, a él le convenía tener de su parte a la doncella de la Regenta, hacerla suya, completamente suya...». Petra.... ¿Señor? gritó ella fingiendo susto. ¿Quieres crecer? Pues bastante buena moza eres. Mira, no seas tonta... si no tienes prisa... puedes sentarte.... Así como así, yo quisiera preguntarte... algunas cositas respecto de.... Lo que usted quiera, don Fermín.

Volvió hacia la cara con la viveza ratonil que le era propia, y me contestó, enderezando cuanto pudo el cuerpecillo descarnado: ¡Mira, hombre, qué casualidad!... Apuradamente estaba yo pensando en ir enseguida a preguntarte lo mismo para cumplirte después la promesa que te hice esta mañana por remate de nuestra conversación.

Quería preguntarte una pequeña cosa que me ha venido anoche a la cabeza. ¿Por qué es que llamas tu zapatería «El Nenrod boscoso y equitativo», y metes que es bilateral? Quedará usted complacido en un finiquito. El aquel de hablar bien y pensar de doble fondo, y, en antonomasia, ser filósofo. ¿Eres filósofo? Creía que eras solamente republicano y orador. ¿Orador? ¡Arreniego!

Yo te conozco, Ester; pues veo la señal que te distingue entre todas las demás. Todos podemos verla á la luz del sol; pero en las tinieblas brilla como una llama rojiza. la llevas á la faz del mundo; de modo que no hay necesidad de preguntarte nada acerca de este asunto. ¡Pero este ministro!... ¡Déjame decírtelo al oído!