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Acogió el ingeniero con una paciencia algo irónica esta consulta; pero apenas la mestiza empezó á hablar, su rostro se transformó, prestando una atención reconcentrada á todas sus palabras.

Si tiene elocuencia es muy estimado, pero si le falta este talento, emplea por lo comun un orador que supla sus veces. En casos de importancia, especialmente de guerra, cita un consejo de los principales indios y hechiceros, con quienes consulta sobre lo conducente, ya para defenderse, ya para atacar á sus enemigos.

Don Fadrique López de Mendoza no era de los que condenan todo lo que se hace cuando no se les consulta. Halló bien lo hecho por su maestro, y lo aplaudió. Hasta la turbación y mutismo final del fraile le parecieron convenientes, porque no habían traído compromiso, porque no se había soltado prenda. Ya hemos dicho que el Comendador era optimista por filosofía y alegre por naturaleza.

Volvía a valerse de sofismas para callar en la confesión aquella flaqueza: «ella no quería» en cuanto mandaba en su pensamiento, lo apartaba de las imágenes pecaminosas; huía de don Álvaro, no pecaba voluntariamente. ¿Habría pecado involuntario? De esto habló un día con el Magistral, sin decirle que la consulta le importaba por ella misma.

13 Y echaron suertes, el pequeño con el grande, por las casas de sus padres, para cada puerta. 14 Y cayó la suerte del oriente a Selemías. Y a Zacarías su hijo, consejero entendido, metieron en las suertes; y salió la suerte suya al norte. 15 Y por Obed-edom, al mediodía; y por sus hijos, la casa de la consulta.

Vengo ahora de la ciudad, adonde he ido con objeto de celebrar una consulta sobre el lamentable estado del conde de C..., mi hermano menor. ¿Está en peligro su vida? exclamé algo confuso.

Ya no consulta libremente el oráculo de la naturaleza, sino las aficiones de un público tornadizo o el gusto de algún crítico irascible, pedante y ramplón. Por fortuna, de tales plagas, que abundan en Francia y en otras naciones, nos vemos libres los escritores españoles.

El Virrey al Callao va, y se aplica A hacer á gran priesa un grande fuerte: Con muchos el negocio comunica, Mas no responden todos de una suerte; Por esta causa el Conde no fabrica, Que tiene gran deseo que se acierte; Y toma en la consulta allí la mano, Y habla de esta suerte un Trugillano.

Haz lo que quieras; pero antes consulta con tu conciencia». Esta me acusaba de ingrato. La conciencia quedaría tranquila y callaría. La firmeza de mis propósitos y mi conducta futura lograrían dejarla satisfecha. Linilla no sabría nunca que su Rodolfo le había sido infiel. Me asaltó entonces horrible presentimiento. Las señoritas Castro Pérez estaban en San Sebastián.... ¡Eran tan indiscretas!

Pasamos una noche triste vagando por las principales calles de Manchester, sintiendo que con la muerte de Burton Blair habíamos perdido un amigo sincero; pero, cuando a la mañana siguiente nos encontramos en el hall del Queen's Hotel con Herberto Leighton, el abogado, y tuvimos una larga consulta con él, el misterio que rodeaba al muerto, aumentó considerablemente.