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Actualizado: 5 de julio de 2025
Por fin, siguiendo el consejo de no recuerdo qué médico famoso, determiné que varios de los doctores más eminentes de la ciudad se reunieran en consulta, y después de dos horas del más penoso interrogatorio, pronunciaron mi sentencia. Mi mal era incurable y degeneraría en locura; el tumor que se habia formado en mi cerebro era inoperable y la muerte se aproximaba, aunque lentamente.
Según opinión de un médico que por lástima las visitaba, y de otros que tenían consulta gratuita, todo el desorden nervioso y psicológico de la niña era cuestión de anemia, y contra esto no había más terapéutica que el tratamiento ferruginoso, los buenos filetes y los baños fríos.
El médico de consulta a quien se habían dirigido en Vichy, al par que recomendaba las distracciones a Miranda, prohibía severamente a la anémica todo género de excitación, encargándole mucho que procurase aprovechar el carácter semi rural de la villa para hacer vida de campo en lo posible, acostándose con las gallinas y madrugando con el sol.
¿Para consultarme á mí? ¿Y sobre qué? ¿Qué hay, que tú no sepas mejor que yo y mejor que nadie? Mi consulta es de suma importancia. Vamos... ¿de qué se trata? Se trata... se trata... nada menos que de un caso de conciencia.
De alegre, decidor y bromista, se hizo triste, callado y serio; algunos días hasta se mostraba desabrido y seco con los enfermos; en el salón del balneario apenas ponía los pies; negose a recibir fuera de las horas marcadas para la consulta y, por último, su semblante adquirió una expresión de melancolía que hubiese justamente alarmado a sus padres y amigos si de improviso llegaran a Saludes.
Tristán dio cuenta sumaria también de la salud de sus amigos del Escorial. Después, sin preámbulo alguno, antes que llegaran los niños y su prima Araceli, delante de la cual por nada hubiera entrado en tales confidencias, abordó el asunto que le preocupaba y celebró consulta con sus tíos.
En el favor que pidió Miguel de Zuheros fue más dichoso que en la consulta. Sankarachária se le otorgó a medias. Morsamor quiso ver y hablar al Padre Ambrosio. Y el mahatma, si bien se excusó de ponerle al habla con el Padre para que el Padre no averiguase que él había revelado sus ocultas relaciones y tratos, todavía le prometió hacer que le viese, y en efecto, cumplió la promesa.
Faltábanme a mí los sofismas científicos con que Neluco, por ejemplo, hubiera podido aclarar aparentemente aquellas complejas oscuridades que me consultaba mi pobre tío, y despaché la consulta con cuatro vaguedades muy recalcadas y encarecidas sobre el influjo que ejercen en la máquina de los pensamientos los largos insomnios, la soledad de la noche, los fríos estacionales...
Los bailes son lugares de perdición y debemos desear que no vaya a ellos nadie. Entonces no los habría... De modo que no quiere usted que vaya. Si usted me consulta, tengo el deber de aconsejarle que no vaya me respondió adoptando por primera vez un tono sumiso y monjil que no le cuadraba. Bien, puesto que usted no quiere, no iré; pero en cambio me va usted a decir cómo se llamaba.
Ellos no verán a Magdalena, porque el doctor teme que al verlos se dé cuenta de su verdadero estado, y ni siquiera sabrán que se trata de la hija de su compañero, porque él ha temido que oculten la verdad si conocen esta circunstancia. »Yo pienso asistir a la junta, escondido en cualquier parte. »Ayer pregunté al padre de Magdalena qué propósito le guiaba al pedir esa consulta.
Palabra del Dia
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